miércoles, 28 de julio de 2010

HACEDOR DE MILAGROS

River Plate 1973/ 1983 – 403 partidos – 7 títulos.
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Para los convencidos de que existen los guiños del destino, esta anécdota reafirmará su postura. A los 14 años, el joven Fillol trabaja en un restaurante de su pueblo, San Miguel del Monte. Un día llega un señor elegante y de acento raro que se acerca, lo saluda y le dice algo que de por vida le quedará grabado: “Eh, pibe, que manos grandes tiene, usted va a ser un buen arquero”. El pibe al que todavía no le decían el Pato, lo saluda y se queda inquieto. Años después de su retiro, rememora esa anécdota y se interesa por saber quién era aquel señor atento y misterioso. Casi se cae de espaldas cuando le dicen que ese tipo era Renato Cesarini.
Es tremendamente difícil adjetivar a un arquero como Ubaldo Matildo Fillol. Así que –sencillamente- desistiremos de hacerlo. Que sentido tiene anteceder su apellido con los trillados términos de monstruo, fenómeno, genio, maestro. Sin embargo, su recuerdo aún convoca a la exageración, a la desmesura del calificativo, al aumentativo poco racional. Pocas veces en la historia de este juego, fantasía retórica y verdad periodística tuvieron tales niveles de coincidencia.
Tenía 19 años Fillol cuando debutó en Quilmes. 22 cuando lo compró Racing y comenzó verdaderamente a destacarse. Cuando tenía casi 24 entró al Monumental con el buzo de River por primera vez, era octubre de 1973 y el rival San Martín de Mendoza. Fillol era ya un superdotado. Un prodigio físico. Compensaba su mediana estatura con una potencia de piernas inaudita y con el don natural del reflejo y el anticipo. Pero solo explotó cuando alguien se jugó a pleno por sus condiciones irreprochables. Ese alguien fue Ángel Labruna. Desde 1975 en adelante, su nivel adquirió dimensión estratosférica. El River del feo iba para adelante como loco, atacaba hasta con los defensores y necesitaba el respaldo de un -y perdón por el adjetivo trillado- coloso en el arco. Volaba etéreo a los ángulos, achicaba feroz en el mano a mano, era arrojado y valiente, dirigía la zaga desde la sobriedad de sus ademanes, humillaba con la solvencia de sus reflejos sobrenaturales.
Fillol hizo verdaderos milagros en la valla millonaria. Milagros que están a la altura de las genialidades de Alonso, los goles de Morete y Luque, los desbordes de Pedro González y Ortiz, las corajeadas de Passarella. Atajó 16 penales. Dio 7 vueltas olímpicas. Ganó un Mundial. Lo eligieron el mejor del mundo. Algunas tapadas suyas forman parte del imaginario colectivo millonario como aquel cabezazo de la Bruja Verón en la cancha de Vélez en el Nacional 75 o el mano a mano a Sthelik en la final ante Unión en el 79. Se erigió en bandera histórica del club. Defendió sus intereses a cara de perro ante un viejo pillo como Aragón Cabrera, y no tuvo reparos en plantarse en huelga, dándole allí tal vez, las únicas chances de jugar a la Foca Landaburu, su eterno suplente. Una tarde de 1983 ante Racing, jugó su último partido en River. Parecía que eso nunca iba a ocurrir.
Siguió haciendo historia a su modo. Se fue a Argentinos con Labruna y allí contuvo los últimos instantes de vida de nuestro viejo maestro. Pasó por Flamengo de Río de Janeiro y Atlético de Madrid. Soportó estoicamente que Bilardo lo deje afuera sin explicación de la Selección que ganaría el Mundial de México. Volvió al Racing de Basile donde obtuvo la Supercopa de 1988 y se retiró en Vélez ya entrados los noventa.
Otro guiño del destino quiso que sea el hogar de sus grandes proezas, el escenario para su última y brillante exhibición. River peleaba el título y se encontró cinchando para poder doblegar a quién tantas veces se mostró infranqueable con la banda roja en el pecho. Fillol no cedió.
Hubo un penal. El polillita Da Silva habrá levantó los ojos y lo debe haber visto, como tantos otros antes, agigantarse poco a poco, adueñándose lentamente de una circunstancia que conocía de sobra y en la cual era insuperable: La de manejar la presión. Cuando partió el remate a la derecha y a media altura, poco importaron los 40 años y la decisión del retiro ya masticada, el Pato Fillol voló palmas y sus puños enviaron el grito del Monumental al corner.
Se levantó con la dificultad de un perro apaleado. Apartó rápido los abrazos de sus compañeros. Muy dentro suyo sabía que lo que había pasado no debió nunca haber sucedido. Al otro día, un rotundo y unánime 10 de la prensa lo despedía como corresponde. Solo porque existió Amadeo Carrizo no me animaré a decir que fue el mejor arquero de la historia de River. Aunque tengo muchas ganas de hacerlo.

7 comentarios:

Marcelo desde Mendoza dijo...

El Pato es , fue y será un grande de RIVER , me tocó verlo en toda mi etapa de adolescente y la verdad que era una tranquilidad saber que él jugaba , era como arrancar 1 a 0 todos los partidos . Nunca más tuve esa sensación con otro arquero u eso que pasaron muchísimos arqueros . Debemos recordar que el PATO alguna vez renunció a la selección para jugar tranquilo la copa al igual que JJ y el BETO , pero por suerte para la selección el indulto de Menotti llegó gracias a la rotas rodillas del Loco Gatti y a que el PATO era un monstruo en el arco imposible de reemplazar . Gracias Adrian por el post .

Centrojas dijo...

Dalmassito para nosotros que lo vimos el pato es el mejor arquero de la historia de River, Lo de Amadeo es por lo que nos transmitieron no tuvimos la suerte de disfrutarlo como al pato.
El dia del cabezaso de Veron en el 75 es para muchos el mejor partido del pato en River, en la semana el grafico le habian dado el premio al mejor arquero del pais y el pato lo festejo metiendo un partido mas o menos (?)

El dia de su retiro, cuando fue a ocupar en le segundo tiempo el arco que da al rio recibio una de las ovaciones mas grandes que vi alguna vez en River, el tipo nos estaba sacando un campeonato (que le ibamos a reprochar si nos habia dado tantos) y a la gente no le importo eso.


En sin Casette le hicieron una nota junto al dueño del restaurant de su pueblo donde trabajaba y conto que este ultimo le hacia entrenar reflejos tirandole corchos desde una distancia muy corta

Pablo Monti dijo...

Gran post para un GRANDE. Está todo dicho. El partido de vuelta de la final contra Unión en el 79 lo gana él solo practicamente, además de ese mano a mano con Sthelik sacó otro tiro a quemarropa de Ribecca (si mal no recuerdo), todas jugadas que con otro arquero eran gol seguro.

dalmassito dijo...

Arsenio Ribecca, Si. Unión nos tuvo cagando en el st. Y el pato bancó la parada.

Tambien son inolvidables las atajadas en el primer tiempo de la final del mundial. Las dos pelotas que le saca a Resembrinck (no se como corno se escribe) son escalofriantes.

Lo de Carrizo pasa porque el gran Amadeo fue el innovador. El vanguardista. Fillol atajó con los parámetros que planteó Amadeo cuarenta años antes. Por eso digo que los dos son los mas grandes.

En un partido de las estrellas de River. No se a quien pongo como titular.

Matias dijo...

El Pato fue lo más grande que vi (aclaro que por mi edad no pude ver a Amadeo). Si hasta de pibe atajaba con un buzo verde por imitarlo!...
Estuve en la cancha el día de su retiro, cuando nos amargó el campeonato jugando para Velez. Hasta un penal sacó ese día. Monstruoso. No sólo se lo aplaudió en el entretiempo. Cuando terminó el partido (y nos quedamos sin campeonato por sus atajadas) también lo ovacionamos. Confieso que fue uno de mis ídolos de la infancia, y la piel de gallina que se me puso ante esa ovación jamás la olvidaré...



El dia de su retiro, cuando fue a ocupar en le segundo tiempo el arco que da al rio recibio una de las ovaciones mas grandes que vi alguna vez en River, el tipo nos estaba sacando un campeonato (que le ibamos a reprochar si nos habia dado tantos) y a la gente no le importo eso.

Anónimo dijo...

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Marcelo Reynoso dijo...

El Pato Fillol es mi mas grande idolo en el futbol. A mi modesto entender es el mas grande futbolista de su tiempo. Tengo 44 años y lo disfrute desde chico en su glorioso paso por River.