viernes, 30 de julio de 2010

¿QUE TE PUSISTE?


De tanto en tanto, traspasos como los de Jesús Méndez o Jonathan Maidana, le refrescan a la memoria del futbolero, que el cruce a veredas enemigas es tan viejo como el fútbol mismo. Decisiones jamás desapercibidas, incendiadas sobre el fuego romántico de la traición. Comprendidas bajo el velo moderno del profesionalismo. El Río de La Plata y el Riachuelo podrán mezclar sus aguas en su confluencia, pero River y Boca no se mezclan. Así y todo, decenas de futbolístas experimentaron las sensaciones de la dicotomía mas pasional de los argentinos, 43 de ellos se probaron la burda adaptación de la bandera sueca, habiendo vestido previamente los colores del manto sagrado. He aquí un arbitrario top ten de los casos mas significativos.
10- Ricardo Zatelli: El primero en la lista es también el pionero en jugar en ambas riberas enemigas en el profesionalismo. Zatelli era un delantero veloz que jugaba por la banda derecha. Alterno varios partidos en el River campeón del año 1932. Llegó a Boca en el año 1934 donde también dio una vuelta olímpica. Veredicto: Culpable.
9- Gabriel Cedrés: “Por fin me saqué las plumas” Dijo el uruguayo recién llegado a Boca a mitad del 96. Tribunear siempre fue lo suyo, pero pese a esa condición tan “bostera”, Cedrés pasó sin pena ni gloria por La Boca. River lo había adquirido en 1994 como centrodelantero de gran juego aéreo, pero fue de volante de ida y vuelta en donde mejor rindió. En River ganó el Apertura 94 y la Libertadores 96. Su decisión de “sacarse las plumas” le evitó festejar otros 4 campeonatos mas en el ciclo Ramón Díaz. Un visionario. Veredicto: Perpetua.
8- Camilo Bonelli: Lo siguiente se lee en una revista El Gráfico de la época: “Yo tengo que ir por la calle pidiendo disculpas. ¿Que quieren, viejo?. A mi me da una vergüenza bárbara, pero tengo que comer”. Así justificaba Camilo Bonelli –fanático de River- su llegada a Boca en el año 1934. Bonelli era half izquierdo e integro los planteles de River en los dos primeros años de profesionalismo y se dio el gusto de ser campeón con el famoso equipo de Bernabé. En Boca jugó solo un año y allí logró otro título, aunque nadie sabe si lo habrá festejado igual que el primero. Veredicto: Inocente.
7- Gabriel Batistuta: Con Batistuta, River tuvo en su poder un tesoro de oro cubierto de barro, y no supo descubrirlo a tiempo. Su explosión duele mas por lo que River se perdió, y no por que lo haya hecho en Boca Jrs. Bati llegó a River en 1989. Jugó poco y mal. Inesperadamente, en Boca su juego desató una hemorragia de goles que recién se detuvo en 2005, el año de su retiro. Veredicto: Ininputable
6- Carlos Tapia: El Chino fue una bomba que nunca terminó de explotar. Surgió de la cantera millonaria en el 80, tenía habilidad y talento, pero ni Labruna, Cap, Varacka, Cubilla y Veira lograron asentarlo definitivamente. En 1985 entró junto a Olarticoechea, en la negociación por los pases de Gareca y Ruggeri. Tuvo varias etapas en Boca en donde jugó mucho mas y mejor. Tanto que hoy está mas identificado con el chancho que con la gallina. Veredicto: Provation.
5- Carlos Morete: Como un Palermo al revés, el Puma tenía una fabulosa especialidad: Hacerle goles a Boca. De cabeza, de derecha, de zurda, de penal, de rebote, o como sea. Hizo más de 100 antes de irse a jugar a España. Boca lo repatrió esperanzado en sus conquistas pero el Riachuelo le mojó la pólvora y fracasó estrepitosamente. Fue el único club en el que Morete no fue goleador. Luego jugó en Talleres, Independiente y Argentinos donde renovó la mística de gritar ante la azul y oro. Su cuenta terminó en 16 goles oficiales. Veredicto: Tantas alegrías conmutan la pena. Inocente.
4- Claudio Caniggia: Los números de su carrera no le hacen justicia a la categoría de futbolista que fue. Un velocista impresionante, un certero definidor, y un jugador que jugaba bien los partidos importantes. Surgió como un refucilo rubio a mediados del 86 y fue figura hasta su partida de River dos años mas tarde. La distancia y su relación amistosa con Maradona lo alejaron del sentir millonario gradualmente. No sorprendió a nadie que en 1995, “el hijo del viento” se vista de Boca para darse piquitos con el 10. Veredicto: Asociación ilícita. Culpable.
3- José Manuel Moreno: Jugar en Boca era una cuenta pendiente para un tipo que, cuando pibe, se fue de una prueba fallida al grito de “Ya van a ver, se van a arrepentir”. Moreno había nacido en La Boca y jugó allí en 1950, cuando se encontraba en el descuento de su magnifica trayectoria. 22 partidos, 6 goles. El charro ya había dado lo mejor de sí con la banda roja puesta, durante 12 temporadas que lo erigieron en el mejor jugador de la época. Era un bohemio y siempre hizo lo que quiso. Por eso no hay rencores por esa pequeña “mancha” en su carrera. Veredicto: Inocente.
2- Norberto Menéndez: Su pase a Huracán escondió siempre un secreto. River no quería venderle a Boca al Beto, y por eso, la salomónica aparición del Quemero, levantará la eterna duda de un preacuerdo con el xeneize jamas comprobado. Menéndez fue crack y bandera de la banda roja. Jugó en River del 54 al 60 y tras su excursión en Patricios, llegó a la ribera en 1962. Allí se transformó en un bostero más, camorrero, picante, e igualmente genial con el balón en los pies. En ambas veredas fue tricampeón. Veredicto: Culpable.
1- Juan José López: Todo el Mundo River sintió un puñal helado por la espalda, aquella mañana de enero del 83 cuando se anunció su arreglo con Boca Jrs. Pocas veces una figura tan amada decepcionó tanto a su pueblo. Aquella traición siempre se explicó con una sola palabra: Venganza. Luego de 11 años de una carrera formidable, el negro López se fue de River casi por la puerta de atrás. Boca le ofreció la fruta prohibida y JJ –dolido en su orgullo- la mordió. Es el día de hoy que se arrepiente, pero no son pocos los que todavía no perdonan tamaña tocada de traste. Veredicto: … El Jurado pasa a cuarto intermedio.

miércoles, 28 de julio de 2010

HACEDOR DE MILAGROS

River Plate 1973/ 1983 – 403 partidos – 7 títulos.
.

Para los convencidos de que existen los guiños del destino, esta anécdota reafirmará su postura. A los 14 años, el joven Fillol trabaja en un restaurante de su pueblo, San Miguel del Monte. Un día llega un señor elegante y de acento raro que se acerca, lo saluda y le dice algo que de por vida le quedará grabado: “Eh, pibe, que manos grandes tiene, usted va a ser un buen arquero”. El pibe al que todavía no le decían el Pato, lo saluda y se queda inquieto. Años después de su retiro, rememora esa anécdota y se interesa por saber quién era aquel señor atento y misterioso. Casi se cae de espaldas cuando le dicen que ese tipo era Renato Cesarini.
Es tremendamente difícil adjetivar a un arquero como Ubaldo Matildo Fillol. Así que –sencillamente- desistiremos de hacerlo. Que sentido tiene anteceder su apellido con los trillados términos de monstruo, fenómeno, genio, maestro. Sin embargo, su recuerdo aún convoca a la exageración, a la desmesura del calificativo, al aumentativo poco racional. Pocas veces en la historia de este juego, fantasía retórica y verdad periodística tuvieron tales niveles de coincidencia.
Tenía 19 años Fillol cuando debutó en Quilmes. 22 cuando lo compró Racing y comenzó verdaderamente a destacarse. Cuando tenía casi 24 entró al Monumental con el buzo de River por primera vez, era octubre de 1973 y el rival San Martín de Mendoza. Fillol era ya un superdotado. Un prodigio físico. Compensaba su mediana estatura con una potencia de piernas inaudita y con el don natural del reflejo y el anticipo. Pero solo explotó cuando alguien se jugó a pleno por sus condiciones irreprochables. Ese alguien fue Ángel Labruna. Desde 1975 en adelante, su nivel adquirió dimensión estratosférica. El River del feo iba para adelante como loco, atacaba hasta con los defensores y necesitaba el respaldo de un -y perdón por el adjetivo trillado- coloso en el arco. Volaba etéreo a los ángulos, achicaba feroz en el mano a mano, era arrojado y valiente, dirigía la zaga desde la sobriedad de sus ademanes, humillaba con la solvencia de sus reflejos sobrenaturales.
Fillol hizo verdaderos milagros en la valla millonaria. Milagros que están a la altura de las genialidades de Alonso, los goles de Morete y Luque, los desbordes de Pedro González y Ortiz, las corajeadas de Passarella. Atajó 16 penales. Dio 7 vueltas olímpicas. Ganó un Mundial. Lo eligieron el mejor del mundo. Algunas tapadas suyas forman parte del imaginario colectivo millonario como aquel cabezazo de la Bruja Verón en la cancha de Vélez en el Nacional 75 o el mano a mano a Sthelik en la final ante Unión en el 79. Se erigió en bandera histórica del club. Defendió sus intereses a cara de perro ante un viejo pillo como Aragón Cabrera, y no tuvo reparos en plantarse en huelga, dándole allí tal vez, las únicas chances de jugar a la Foca Landaburu, su eterno suplente. Una tarde de 1983 ante Racing, jugó su último partido en River. Parecía que eso nunca iba a ocurrir.
Siguió haciendo historia a su modo. Se fue a Argentinos con Labruna y allí contuvo los últimos instantes de vida de nuestro viejo maestro. Pasó por Flamengo de Río de Janeiro y Atlético de Madrid. Soportó estoicamente que Bilardo lo deje afuera sin explicación de la Selección que ganaría el Mundial de México. Volvió al Racing de Basile donde obtuvo la Supercopa de 1988 y se retiró en Vélez ya entrados los noventa.
Otro guiño del destino quiso que sea el hogar de sus grandes proezas, el escenario para su última y brillante exhibición. River peleaba el título y se encontró cinchando para poder doblegar a quién tantas veces se mostró infranqueable con la banda roja en el pecho. Fillol no cedió.
Hubo un penal. El polillita Da Silva habrá levantó los ojos y lo debe haber visto, como tantos otros antes, agigantarse poco a poco, adueñándose lentamente de una circunstancia que conocía de sobra y en la cual era insuperable: La de manejar la presión. Cuando partió el remate a la derecha y a media altura, poco importaron los 40 años y la decisión del retiro ya masticada, el Pato Fillol voló palmas y sus puños enviaron el grito del Monumental al corner.
Se levantó con la dificultad de un perro apaleado. Apartó rápido los abrazos de sus compañeros. Muy dentro suyo sabía que lo que había pasado no debió nunca haber sucedido. Al otro día, un rotundo y unánime 10 de la prensa lo despedía como corresponde. Solo porque existió Amadeo Carrizo no me animaré a decir que fue el mejor arquero de la historia de River. Aunque tengo muchas ganas de hacerlo.

lunes, 26 de julio de 2010

ZONA DE PROMESAS

Juv. Antoniana (Salta) 0 - 0 River Plate
Amistoso de invierno.
Padre Martearena (Salta) - 25/07/10.
.
.
JUVENTUD ANTONIANA: Pérez; Loeschbor, Lamolla, Caracoche y Domínguez; Nievas Escobar, Medina, Delmastro y Hechalar; Antonelli y Padua. Posteriormente Ermini, Bertoya, Ríos, García, Domone y Quinteros. DT: Pedro Damián Monzón.
RIVER PLATE: Carrizo; Ferrari, Maidana, Ferrero y Arano; Affranchino, Almeyda, Lanzini y Ortega; Buonanotte y Caruso. Luego Rojas y Funes Mori. DT: Ángel Cappa.
GOLES: No hubo.
ARBITRO: Federico Guaymas
ROJAS: Carlos Arano (River Plate)
RESULTADO MORAL: Juventud Antoniana 1 - River Plate 2.
.
De Salta nos vamos. Las valijas viajan cargadas con el imperceptible lastre de las ilusiones que supimos cosechar. Que son las ilusiones y las promesas, sino más que plegarias dulces al destino?. Que estamos haciendo y que deberemos hacer para que la plantita germine y no se tronche con la helada. Hace 6 meses atrás, un segundo tiempo brutal de los pibes ante Boca nos hizo alusinar con una supuesta realidad que no tenía nada que ver con cruda y verdadera. Hoy, nuevamente estamos en zona de promesas. Carrizo, Ortega, Buonanotte, Caruso, Pavone prometen. Tenemos las manos vacías y la mente pretendiendo ser optimista. Somos positivos. Auguramos buenos tiempos. La cabeza apunta -quizá descabelladamente- al campeonato. Pero nos da vueltas la rara inquietud de nuestra situación en el promedio. Evento que todavía no es un drama, aunque evidentemente joroba. Al fin y al cabo, el miedo no es malo, si no te paraliza.
De Salta nos vamos. En el bolso viene la Copa de Invierno que rápidamente se convertirá en una anécdota. Partimos con un 0-0 ante Juventud Antoniana en el que vimos algo del equipo que imaginamos para el futuro (en el primer tiempo), pero también varias de las cosas que nos remiten al pasado inmediato (en el complemento). Nos vamos ya pensando en Tigre. Dejamos en Salta la ilusión de haber arrancado un proceso ojalá histórico pero del cual todavía no tenemos certezas hacia donde va. Dejamos también el recuerdo de 3 amistosos bizarros ante adversarios que nunca mas volveremos a enfrentar... salvo que... bueno... ya saben.
Escribió Gustavo Cerati en la canción que le da título a este post: "Tarda en llegar, y al final, al final, hay recompensa".
Ojalá llegue.

jueves, 22 de julio de 2010

ALGO DE LUZ

Central Norte (Salta) 0 - 3 River Plate
Amistoso de invierno.
Padre Martearena (Salta) - 22/07/10.


CENTRAL NORTE: Maino; Perales, Fretes y Armella; Campos, Chávez, Ceballos, Giménez y Oga; Magno y Serrizuela. Posteriormente López, Peralta, F. Rodríguez, L. Rodríguez, Rivero, Chmil y Motta. DT: Pedro Rioja.
RIVER PLATE: Carrizo; Ferrari, Maidana, Ferrero y Arano; Affranchino, Almeyda, Cirigliano y Ortega; Buonanotte y Funes Mori. Luego Caruso, Lanzini, Pereyra, M. Díaz, Ballón y Nasuti. DT: Ángel Cappa.
GOLES: Leandro Caruso (RP) 6 st. Leandro Caruso (RP) 24 st. Leandro Caruso (RP) 46 st.
ARBITRO: Gustavo Gómez
RESULTADO MORAL: Central Norte 0 - River Plate 4.

Hoy es un día para ver el vaso medio lleno. Para ponerle un poco de onda a la situación. Para mirar adelante e imaginar que la tenue luz que vemos al fondo del corredor es efectivamente la de la puerta de salida y no el faro de un tren que viene de frente. Apenas una victoria puede generar eso. Nada mas que tres goles y un triunfo discreto ante un rival muy pobre, aún frente a nuestra pobreza. Entonces, todo análisis de este 3-0 a Central Norte de Salta, debe ser sometido al riguroso filtro de la precariedad de un adversario del Argentino A, y de la rigidez física y fútbolistica que siempre acarrea una pretemporada.
El juego se planteó con la tónica de un entrenamiento formal. En los 45 iniciales River fue dominador pero irresoluto en ataque. En el complemento no varió demasiado, salvo la efectividad. Para eso fue vital el aporte de Leandro Caruso en su estreno oficial. Deberemos saber -para no exigirle peras al olmo- que Caruso es un delantero con gol y no un goleador. Pero si piensa estar tan afilado como esta noche salteña, bienvenido sea.
Hubo enormes espacios para jugar que no habrán en el Apertura. Hubo burdos regalos defensivos que no aparecerán en el campeonato. Hubo un respeto supremo del adversario (al punto de no rematar nunca al arco) que no experimentaremos en los juegos de verdad. De allí que el principal capital de la goleada en el Martearena sea el empuje en el ánimo que siempre genera un resultado así.

lunes, 19 de julio de 2010

EL DÍA QUE TEMBLÓ CABALLITO

River Plate 4 – 3 Estudiantes La Plata
Nacional 1973 – 16/12/73



La fotografía es todo un testimonio. No solo de un alto momento de éxtasis para el pueblo millonario en tiempos de oscuridad, sino también para el álbum personal de un tipo al que rara vez se lo pudo ver gozando del juego. Mostaza Merlo alguna vez dijo que disfrutaba los partidos “Solo cuando vamos ganando por 4 goles y faltan pocos minutos”. Era el operario mas ocupado de la empresa, ese que labura en la oficina del fondo tapado de expedientes y papeles, jugaba encorvado, con los brazos abiertos, los muslos tensionados, sudoroso su pelo, expectante su vista, apretaba los dientes y gesticulaba al árbitro. La foto en cuestión no solo evidencia uno de los pocos festejos de Mostaza en su carrera profesional (9 en total); Sino que también testimonia una de las escasas ocasiones en la que se lo vio sonreír dentro de un campo de juego.
Muchas cosas habían pasado antes de esa explosión catártica en la cancha de Ferro por el Nacional de 1973. 7 días atrás, River había caído ante Chacarita Juniors en San Martín por 1-0 relegando buenas chances de clasificar al cuadrangular final. Pocas horas luego a la caída, una noticia altisonante alteró el panorama en Núñez: Miguel Ángel Giachello –delantero de Chaca, autor del gol esa tarde- había sido incluido en forma antirreglamentaria. El apuro y la histeria en organizar una protesta formal fue parada en seco por la voz parsimoniosa del Escribano Kent, Presidente de River. El argumento fue el mismo de aquella final de 1969: “Muchachos, los partidos se ganan en la cancha. River no pedirá los puntos”.
20.000 millonarios le pusieron la jeta y el torso descamisado al impiadoso sol del 16 de diciembre en la popu visitante de Martín de Gainza. River, que no dependía de si mismo, debía al menos ganarle a Estudiantes y rogar que Vélez deje algún punto en su partido. Pero ni el mas optimista de los riverplatenses pensó que la empresa de la clasificación era posible cuando a los 7 minutos del segundo tiempo, el zaguero Baudillo Jáuregui mandó accidentalmente el balón a las mallas de Perico Pérez estableciendo el 1-3 lapidario.
Se produjo entonces una de las reacciones mas excitantes de la historia de River Plate. Fueron 15 minutos hijos del demonio, empujados por el fervor de una tribuna y el deseo ciego de un equipo que se resistía a quedarse otra vez con las manos vacías. A los 14 del segundo tiempo el partido ya estaba 3-3, gracias a los tantos de Morete y Di Meola. Ocurrió entonces el terremoto que todo River aún recuerda. A los 22, la zaga pincha rechazó defectuosamente un centro cruzado del negro López. La pelota salió rebotada hacia la posición de Merlo que patrullaba las inmediaciones del área. Mostaza la agarró de lleno y de sobrepique, y el balón salió expulsado como un bala trasante a un metro del piso, describiendo una línea recta que se incrustó al lado del palo derecho. El chasquido de la red antecedió entonces a un poseso bramido que conmovió los cimientos de Caballito, vomitado por la fuerza de la rabia y el delirio. Al rato, las radios informaban que Vélez no había ganado. La tarde estaba completa.
1973 fue un año muy agitado para River. Eliminado feo por San Lorenzo en la Libertadores. La renuncia de Urriolabeitia y la llegada de Delém. El 2-5 ante Boca y los 2 triunfos sobre el Huracán de Menotti. La venta de Pinino a España y un plantel en guerra con la dirigencia por los sueldos, amenazando una huelga. Ese 4-3 conmovedor puso a River en el cuadrangular final del Nacional donde repetiría las frustraciones que lo atormentaban al quedar segundo de Rosario Central. Perico Pérez; Quique Wolf (hizo el primero de tiro libre), el uruguayo Jáuregui, Tomate Pena y Lito Bottaníz; JJ López, Merlo y Chiva Di Meola; Heber Mastrángelo, Morete y Ghiso, luego Alonso, jugaron por el millonario esa tarde que entró de pleno en la memoria del hincha con la violencia de un electroshock
.

viernes, 16 de julio de 2010

DEBUT Y NADA MAS

River Plate 1 - 1 Gimnasia (Jujuy)
Amistoso de invierno
Padre Martearena (Salta) - 15/07/10.


RIVER PLATE: Carrizo; Ferrari, Maidana, Almeyda y Arano; Affranchino, Acevedo, Rojas y M. Díaz; Buonanotte y Funes Mori. Posteriormente Pereyra, Canales, Nasuti y Abelairas. DT: Ángel Cappa.
GIMNASIA (JUJUY): Bangardino; Rodríguez, Pomba, Milán y Zunino; Gil, Iuvale, Carretero, Luna y Britos; Balvorín. Luego Di Vanni, Yedro, Romero, Alonso, Pajón y Torres. DT: Francisco Ferraro.
GOLES: Gustavo Balvorín (GJ) 8 PT. Rogelio Funes Mori (RP) 43 st.
ARBITRO: Gustavo Fabián
RESULTADO MORAL: River Plate 1 - Gimnasia de Jujuy 2.

River no falta nunca en la vida de sus hinchas, pero siempre es difícil acostumbrarse a no verlo en cancha durante un tiempo tan prolongado. Así que cuando llega el día del primer partido tras el parate, las expectativas aumentan y no se razonan las situaciones lógicas que las propician. Obvio que el saldo entre las expectativas creadas y lo evidenciado en el campo es absolutamente negativo. Pero tenemos en claro que este análisis no solo es apresurado, sino que también innecesario.
Bajo el agua nieve salteña, se vio un River desteñido e irresoluto. Luchando por imponer el estilo de toque marca Cappa, pero no sabiendo muy bien cómo. Las caras nuevas entrando en confianza y los pibes de siempre tratando de pulir las virtudes y defectos que ya tanto les conocemos. A los 43 minutos del segundo tiempo un disparo lejano de Funes Mori se coló por sobre la cabeza de Bangardino y decretó un empate, que bien pudo ser derrota, y que no deja nada mas que la ganancia de 90 minutos de práctica formal.
Mas allá de eso, igual se pueden sacar algunas apresuradas conclusiones:
- Es bueno tener nuevamente esa sensación de tranquilidad con Carrizo en el arco.
- Maidana y Arano deberán acostumbrarse rápido a esto de defender en grandes espacios de terreno.
- Acevedo mostró criterio y actitud para calzarse la 5 titular.
- Se necesita con suma urgencia un generador de juego (Díaz y Buonanotte no lo son).
- Se necesita con suma urgencia un delantero goleador (¿Caruso lo será?).

martes, 13 de julio de 2010

UN GRANO EN LA FRENTE


¿Una mujer hermosa que tiene un grano en la frente, deja de ser automaticamente una mujer hermosa?; ¿O sigue siendo una mujer hermosa, solo que con grano en la frente?. Según cómo resolvamos estas preguntas tramposas podremos tener una idea mas clara sobre que nos parece la nueva casaca de River para los próximos torneos.
Hay que tener posgrados en mal gusto para afear a la que es la camiseta mas linda del mundo. En este sentido Adidas fue a lo seguro y confeccionó un equipamiento clásico, con cuello y puños en rojo, con la sigla CARP bordada sobre el corazón, que elimina el color negro, que no juega a la vanguardia, y que trae grandes reminiscencias de una época victoriosa de la institución. No hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta que la nueva casaca se parece mucho a la que River lucio en los tiempos del Bambino Veira.
De todas formas, en una veloz recorrida por los foros de opinión, la gran mayoría de los hinchas de River reniegan de una cuestión muy puntual: El escudo colocado en el centro del pecho y no sobre el costado izquierdo, sobre nacimiento de la banda roja. O sea, el grano en la frente del rostro perfecto.
Seguramente dentro de unos días le veremos la cara en forma oficial cuando se haga también el anuncio del nuevo sponsor, que aún no ha trascendido. Allí terminaremos de tomar nuestra decisión: Si preferimos ver el rostro perfecto o nos quedamos con el grano en la frente.

jueves, 8 de julio de 2010

PELOTAZO EN CONTRA


Amadeo Carrizo no ganó pasa sustos en tantos años de carrera (24 en total) jugando en la primera división de River Plate. Tuvo que soportar diferentes generaciones de goleadores que intentaron con saña sacudir sus redes. De Arsenio Erico y Rinaldo Martino a Mario Boyé y Llamil Simes. Del Nene Sanfillippo y el Tanque Rojas a Santiago Vernazza y Juan José Pizutti, o de Luis Artime y Valentim a Carlos Bianchi y la Bruja Verón. Pero en rigor de verdad, pocos artilleros del Fútbol Argentino disgustaron tanto al gran Amadeo como Alfredo Pérez. Esto no hubiera sido extraño salvo por dos excepciones: Primero, Pérez era defensor, y segundo, el “Gallego” durante 9 temporadas, fue su compañero de equipo.
Para aquellos que ya doblaron la curva de los 70, les resulta muy difícil hablar de Alfredo Pérez sin ponerse de pié. Señorial y elegante, el rosarino era el líbero del magnifico River de los cincuenta. Era limpio y veloz, por eso barría en las espaldas de Vairo y Mantegari con eficacia y estilo. Era atlético y técnico, por eso salía desde el área con la cabeza levantada y pelota al pié. Nunca una patada, nunca un revoleo. Jugaba con los corazones de los hinchas y lo amaban por eso, aunque –a veces- metía la pata hasta el fondo.
Esa característica de jugar siempre al límite y una cierta dosis de mala fortuna, empujaron al gran Alfredo Pérez a obtener un record curioso y desechable en la estadística histórica millonaria. Es el jugador de River que convirtió mas goles en contra. 5 en total. Podrá decirse que estamos hilando muy fino y buscándole el pelo al huevo. Puede ser. Tambien estamos para eso.
Alfredo Pérez metió su primer gol en contra el 26 de agosto de 1951. Racing venía embalado en la búsqueda de su tricampeonato y dicen que la tarde del 5-3 sobre River la idea tomó forma definitiva. A los 13 del primero y con el juego 0-0, Pérez desvió un disparo rasante de Manuel Blanco y descolocó a Ángel Rocha, arquero millonario esa tarde.
El segundo tanto en propia meta ocurrió el 8 de junio de 1952 en La Bombonera de Buenos Aires. River perdió esa tarde el clásico ante Boca 1-2. Alfredo abrió la cuenta al pifiar un despeje de chilena luego de un centro de Herminio González. Carrizo quedó arrodillado en el área de casa amarilla, como pidiendo explicaciones.
El 15 de diciembre de 1957 y por la última fecha del Torneo, River visitó a San Lorenzo en el Gasómetro, todavía borracho por los festejos de un nuevo título. San Lorenzo se aprovechó y lo goleó 5-1. El tercero de ellos fue de Pérez en contra, al no poder desviar correctamente un disparo al gol de Ángel Cigna. El cuarto gol de la lista ocurrió ante el mismo rival y en la misma cancha casi un año luego. Fue el 26 de octubre de 1958 en una derrota 3-0, luego de una desinteligencia entre el zaguero y Carrizo que concluyó con el rebote desafortunado que provocó el tanto que sentenció el marcador.
El último “aporte” de Pérez a su infausta estadística aconteció el 26 de junio de 1960 en el Parque Independencia ante Newell’s Old Boys en otra dura caída 3-0. Fue a los 34 minutos del primer tiempo para el parcial 0-2. Cuando Amadeo la fue a buscar adentro seguramente no sabría si reír o si llorar.
Alfredo Ricardo Pérez llegó a River procedente de Rosario Central en el año 1951, jugó 196 partidos y –vaya paradoja- con convirtió ningún gol oficial. Vino acompañado de los grandes comentarios que provocaban sus actuaciones en el cuadro académico, aunque con la suspicacia que levantaba la escasa categoría del equipo que lo forjó. Pero su clase no era chamuyo. Rindió a una multitud a los pies de su categoría y su personalidad, esa que no se demuestra poniéndole un planchazo al 9 rival, sino al salir gambeteando del área propia para armar juego. Erigió en 9 temporadas una trayectoria impecable, colmada de elogios y festejos.
El gallego merece (y tendrá seguramente) un mejor homenaje que este. Aquí el detalle sirve apenas para demostrar que todos tenemos siempre una pequeña manchita en el prontuario. En el caso de Alfredo Pérez, un verdadero pelotazo en contra.

lunes, 5 de julio de 2010

MAXIMILIANO LÓPEZ


La vida profesional de Maxi López tenía un rumbo determinado, cuando un golpe del destino o un pequeño guiño de la fortuna, la cambiaron para siempre. Esa tarde en La Bombonera de Buenos Aires, Maxi no hubiera visto acción si Marcelo Salas no se desgarraba a los 4 minutos del primer tiempo. Ese día, el mismo futbolista torpetón y voluntarioso que era entonces y que es hoy, adquirió otra dimensión, otra chapa, un carnet de promesa que quizá le quedó grande. No volvimos a verlo jugar de esa forma. Nunca nadie le había faltado tanto el respeto a Rolando Schiavi como él aquella jornada. Encaró felino con su gambeta corta, despatarró defensores gracias a su lomo. Virtualmente esos 86 minutos en cancha, le valieron a River 10.000.000 de dólares, y a Maxi, el ticket de entrada a una vida que ni siquiera había soñado.
Maximiliano Gastón López nació en Capital Federal el 3 de Abril de 1984. Hizo las inferiores y debutó en River muy pibe una tarde de 2001 ante San Lorenzo de Almagro. Fue empate 2-2 y el segundo gol fue una definición cruzada suya. Se abrazó con Ramón Díaz, que se había jugado por ese muchacho morrudo, rubio como un sueco, de llamativa velocidad para ser un tanque y que asomaba como una opción interesante para el reemplazo de Cavenaghi y Cardetti. Pero pasó Ramón Díaz y llegó Pellegrini, y pasó Pellegrini y llegó Astrada, y la acción de Maxi en la primera de River era moderada e intermitente. Todo, hasta “ese” partido del Clausura 2004 en La Boca.
A principios de 2005 lo compró Barcelona de España. Pagaron un vagón de dólares por aquel ario ariete endemoniado ante Boca. Apostaban a encontrar al Drogba blanco, pero hallaron un delantero que se lesionó seguido y no se adaptó jamás a un estilo de juego que le exigía mas destrezas de las que poseía. Dos temporadas mas tarde lo prestaron a Mallorca y retornó sin suceso. Luego lo cedieron a Moscú FC y volvió de Rusia así como fue, con algunos goles más pero con la misma apatía que ya era un signo distintivo de su trayectoria. Entonces fue el turno de su arribo a Gremio de Porto Alegre. El calor de la cercanía familiar y el estilo menos tensionado del Brasileirao, posibilitaron la recuperación de gran parte de las facultades que lo hicieron notorio. En el cuadro gaucho anotó mas de 20 goles, fue semifinalista de la Copa Libertadores, y volvió a recuperar su poder de fuego que parecía olvidado.
Claro que la figura de Maxi López ofrece tela para cortar tanto para el futbolero como para el chismoso. Si uno pone en el buscador de imágenes de google su nombre, lo primero que aparece es su señora (la…¿vedette?, ¿actriz?, ¿botinera?) Wanda Nara mostrando sus habilidades labiales y su pelaje desnudo. El amor perdona todo, pero seguro tan alto perfil en las revistas del corazón, no sumaron muchos porotos para el progreso de su carrera.
Amagaron varias veces con repatriarlo a Núñez pero no se dio. Hoy juega para el Catania de Italia. Un equipo chico y de alma guerrera que le peleó con exíto la batalla al descenso con 11 argentinos de compañeros de vestuario. Maxi fue la estrella de un cuadro rustico, contragolpeador, y como nunca moldeado para que su estilo de juego se sienta cómodo. No defraudó y protagonizó los mejores 6 meses de su carrera. Ahora deberá confirmarlo.

jueves, 1 de julio de 2010

JORGE RECIO

River Plate 1968 / 1970 - 98 partidos – 9 goles – 0 títulos.
.

Solo atinó a agarrarse la cabeza, el gesto universal de la desesperación. La tarde caía pesada y calurosa en el Gasómetro ese 22 de diciembre de 1968. Ya había descargado su alud de reclamos en la cara del juez del partido y ahora volvía a su puesto mordiéndose los labios y mirando al cielo buscando allí alguna explicación a lo sucedido. Un minuto antes, Jorge Recio había cabeceado al gol un corner de Daniel Onega. Sintió como el arquero quedaba en el camino y la vio ir inexorablemente a la red cuando, en el instante previo al éxtasis, un intruso metió la mano truncando una historia que debía ser heroica. El entrometido se llamaba Luis Gregorio Gallo, defensor de Vélez Sarsfield, el villano no vidente disfrazado de arbitro se llamaba Guillermo Nimo y el suceso en cuestión, uno de los choreos mas grandes de la historia del Fútbol Argentino.
River debió cortar en esa jugada injusta del Nacional 68 su sequía de campeonatos, 7 años antes de cuando finalmente pasó. Si así hubiese ocurrido, hoy Jorge Recio sería el pibe Bruno, y su nombre estaría tallado en el mármol inmortal de la vida millonaria. Es muy probable que varios años después de su retiro, en la tranquilidad de una reunión con amigos, o en la intimidad de una charla con la almohada, Jorge Recio haya reflexionado sobre lo cerca que estuvo de transformarse en una celebridad riverplatense. En realidad, que eso no haya ocurrido fue solo pura culpa de la injusticia.
A Jorge Recio le decían el “Laucha”. Había nacido en Bahía Blanca el 2 de Enero de 1942. Se crió correteando en los baldíos del barrio de Bella Vista, la populosa barriada bahiense que acunó tambien los sueños iniciales de Alfio Basile y Rodrigo Palacio. No tardó mucho en dejar los potreros para jugar en la primera de la Liga del Sur con el equipo del barrio y luego en Olimpo, el grande de la ciudad.
Su carrera en la Primera División de AFA fue mas bien corta, pero intensa. Con 25 años, en 1967 fue contratado por Platense y su debut se dio casualmente ante River en Núñez. Alguna vez rememoró: “Yo me había acostumbrado a la reserva y una tarde vienen y me dicen que iba a debutar en Primera, y nada menos que ante River. Yo ni siquiera conocía el Monumental, nunca volví a sentir una felicidad igual. Y encima ganamos 4-2”. Parece que Recio anduvo bien porque no salió mas del equipo calamar. El tiempito, Renato Cesarini lo citó para la Selección, y fue el mismo Tano quién recomendó a River su contratación a fin de ese año.
A Recio lo definía mejor que nadie su apellido. Podía jugar de zaguero o volante central. Era alto y fuerte. Cuando corría se le formaba una joroba en el lomo que lo hacía parecer mas lento de lo que era. Tenía personalidad, ganaba de arriba, metía la pata y rara vez perdía. Era un leñador traído con otros tantos (Pipo Ferreiro, Zurdo López, Chamaco Rodríguez, Garza Guzmán) para darle moral y huevo a un plantel abatido por haber perdido varias finales imposibles.
Debutó el 3 de Marzo de 1968 en Rosario ante Central. Su primer gol se lo marcó a Independiente Rivadavia de Mendoza por el Nacional de ese año. Fue en este torneo donde más se destacó. Labruna lo tenía como fija entre los titulares, convirtió 7 goles, y si Gallo no hubiese metido la mano, realmente se habría consagrado; Aunque el hincha de River tal vez lo recuerde un poco más por aquel taponazo furibundo de 35 metros que le estampó a Antonio Roma en el arco de Casa Amarilla, en un clásico de 1969.
Recio fue en un fogonero inclaudicable de los vanos intentos millonarios por quebrar la malaria. Su figura espigada soportó la humillante derrota en la final del Metro 69 ante Chacarita y la dura afrenta de Boca dando la vuelta en Núñez en el Nacional de esa temporada. Tambien fue actor principal del equipo que perdió el Metropolitano de 1970 por haber convertido un gol menos que Independiente.
La partida de Ángel Labruna y el arribo de Didí a mediados de los 70 le marcaron a Recio un futuro de menos protagonismo. El brasilero venía con una escoba grande en sus manos y se sabía que los primeros en ser barridos serían los referentes del vestuario. Actuó de último hombre en algunos partidos del Nacional 1970 hasta que fue perdiendo el puesto a manos de los juveniles Ricardo Pellerano y Cesar Larraigneé. Su último partido lo jugó el 29 de octubre en el Monumental ante Gimnasia de Mendoza. River ganó 2-0 y esa tarde debutó en primera JJ López.
Fue el momento de volver al pago. Jugó para Olimpo algunos años y se entregó al retiro con el orgullo de ser uno de los jugadores bahienses con mas trayectoria en el fútbol grande. Trabajó en su taxiflet hasta que murió, a los 66 años, el 24 de enero de 2008.