viernes, 30 de diciembre de 2011

ESCUELA A DOMICILIO

Selección Valle del Cauca 2 - 2 River Plate
Amistoso internacional - 24/01/57.


Pocas cosas más satisfactorias para un maestro, que ver al alumno agarrar viaje solo, guiado por las enseñanzas inculcadas por su predica docente. Cuando se habla de la famosa “Escuela riverplatense” no se está haciendo mención a algo etéreo o simbólico. Es un hecho rotundo y real, comprobable tan solo con un repaso veloz de la historia o con la visión atemporal de la herencia que esos sucesos han dejado. El fútbol –hoy en día ya un señor añoso y mañoso- tuvo su tiempo de inocencia y descubrimiento. Ese fútbol ya fue, muerto a expensas del negocio. Con la copa de su árbol alcanzando alturas demenciales, quedan bajo tierra los recuerdos de sus raíces. Años virginales y asombrosos al fuego del placer y la admiración por los grandes maestros que compartían el juego por el mundo. Muchos de esos grandes maestros, eran Argentinos.
Las famosas giras de River Plate dejaron una onda huella en buena parte del planeta. En el afán de cosechar divisas y prestigio, subyacía un espíritu docente que prendió velozmente en masas que habían soñado las hazañas de equipos como La Maquina como algo inalcanzable. Fueron tours agotadores, montados en aviones y barcos precarios, descubriendo en cada puerto un público nuevo al cual inculcarles el arte del fútbol mejor jugado.
Una de las tantas giras históricas de la banda roja, se realizó por Perú y Colombia entre los meses de diciembre de 1956 y Enero de 1957. Fue en las tierras del café, (Luego tan caras al sentimiento riverplatense por jugadores históricos como Ángel, Yepes o el mismo Radamel, o por el recuerdo de las finales de Copa ante América), donde el furor millonario se desató en toda magnitud. Habitaba aún por esos lados el duende encantador de “El Dorado colombiano” y las magnificas exhibiciones de Pedernera, Di Stéfano o Pipo Rossi, hombres que elevaron el sello River a escala global.
El partido ante la Selección del Valle del Cauca era el punto final de un periplo que entre viajes, hoteles, partidos y anécdotas habían consumido las energías de un plantel, deseoso no obstante, de mantener el invicto de hasta allí 11 partidos, producto de 7 triunfos y 4 empates. La empresa no parecía demasiado dificultosa. Los vallecaucanos eran un semiprofesional y entusiasta rejunte mas o menos formal de los mejores exponentes de la región, pero a años luz del renombre y la capacidad del elenco riverplatense.
Las 20.600 personas que completaron el Pascual Guerrero de Cali (aún no con la fisonomía que hoy se le conoce) asistieron a una fiesta. Ni bien apareció River una cortina de aplausos cayó de las tribunas y los jugadores locales se fueron al humo a cambiar banderines y a sacarse fotos con Ángel Labruna, Amadeo Carrizo y Pipo Rossi, lo cual demoró unos 10 minutos el comienzo del partido. El árbitro inglés Sir Charles Mc Kenna tuvo que despejar a silbatazo limpio a las varias decenas de curiosos para poder dar el kick off.
Pero los Vallecaucanos no eran ningunos improvisados. Eso, más la fatiga millonaria y el sofocante calor de la tarde caleña, hicieron del partido un evento trepidante e incierto. Al bagaje de talento y capacidad técnica de River se anteponía un equipo batallador y respetuoso del balón. A los 21 del primer tiempo, Labruna metió un pase entre líneas para el pique de Sívori que controló con izquierda y definió cruzado de derecha. Lo empató Marino Klinger con un taponazo a los 14 del complemento. Otro pase magistral de Labruna, en este caso a Héctor De Bourgoing posibilitó la nueva ventaja de la banda. Pero a 8 del final una explosión sacudió el estadio, cuando Delio Gamboa sometió a Amadeo decretando el 2-2 final.
Carrizo; Pérez y Vairo; Mantegari, Rossi y Sola; De Bourgoing, Sívori, Menéndez, Labruna y Zárate jugaron por River. Benítez; Abadía y Mina; Sinisterra, Escobar y Sánchez; Valencia, Gamboa, Klinger, Cabezas y Mosquera actuaron por los locales. El cierre del partido encontró a todos contentos. River por cerrar su gira en forma invicta, y los locales con el orgullo de no haber sido menos que la admirada potencia argentina. Los mismos aplausos del inicio despidieron a ambas escuadras ya con el sol agazapándose en el horizonte.
Muchos años después, un 5 de septiembre de 1993, un seleccionado Colombiano humilló a Argentina con un 5-0 en el mismísimo Monumental de Núñez por un juego de eliminatorias. La prensa nacional no encontró un mejor elogio para los cafeteros que decir: “Colombia juega la nuestra”. Todos sabíamos que la semilla de “la nuestra” la habían inoculado hacía mucho tiempo fabulosos equipos y jugadores como aquellos de River Plate.

jueves, 22 de diciembre de 2011

BRUJA DE NOCHE


Brujas sobrevuelan la noche de Núñez. Carcajadas pérfidas se dejan sentir entre los muros de un Monumental abarrotado. Allí abajo un flaco patas largas galopa 30 metros con el balón y sacude un zurdazo que estalla en la red del Río y en la memoria colectiva. Tan bueno era Sergio Berti que su nombre salta de inmediato cuando se pretenden ejemplificar las características ideales del volante por izquierda. Ese día le salieron todas, además de 2 goles para convertir un viernes por la noche más en un viernes por la noche inolvidable.
4 de marzo de 1994. Apertura 1993 (AFA es así). Mandiyú de Corrientes no supone demasiado escollo para un River borrego y talentoso, pero se empeñará en hacerle la vida imposible de la mano del ignoto José Enrique García, autor de dos goles –amén de Sodero-. Ariel Ortega cumple esa noche 20 años y lo celebrará con un tanto y un abrazo interminable con Passarella. Hernán Crespo inaugura su cuenta de festejos aún inconclusa con dos gritos muy a su estilo. Apurado por la necesidad y acogotado por un rival chivo que no cede, River desata un vendaval ofensivo en el complemento y derrama los goles necesarios para ganar como el futuro campeón que será. En ese proceso, casi sin quererlo, la noche adquiere ribetes que la harán perdurable.

domingo, 18 de diciembre de 2011

HAZTE GOL


Cosa rara el argentino. Un muchacho vuelve a su país a cumplir un sueño íntimo, para el cual relega una buena cifra de dinero y tal vez apuesta una porción importante del prestigio que supo conseguir. Cuando arriba lo único que hace es expresarse en forma ilusionada, humilde y cordial. Pero claro, ya nada podrá cambiar la lápida que ha signado su retorno: "Je, viene a robar". Prejuzgamos. Así somos. Tal vez porque buena parte de nosotros así lo haría, si pudiera.
Durante buena parte de la década pasada, el nombre de David Trezeguet iluminó alto la marquesina de los goleadores top del planeta fútbol. Su carrera ha sido fascinante. Lo obligaron a optar temprano que bandera defender, y a simple vista, no eligió mal. Se hizo goleador al empuje de una dupla deliciosa con Tierry Henry en Mónaco. Explotó en Juventus al lado de Zidane y Del Piero. Jugó dos finales del mundo. Una la ganó de muy pibe, y otra la perdió por un penal suyo que pegó en el travesaño. Definió una Eurocopa con un Gol de Oro. Ganó Ligas y Copas. Fue Capocannonieri. Jugó en el ascenso tal vez con la misma carga de presión con que lo deberá hacer ahora. Actuó en una banda como el Hércules de Alicante y en un retoño de los petrodólares como el SC Baniyas de Abu Dabi.
Está hecho y se quiere dar un gusto personal.
A los 34 años, sus características están re junadas. No tiene que demostrarle a nadie su categoría, ni revalidad ninguno de sus pergaminos, ni mucho menos dar una prueba de honestidad ante la sospecha malpensada. Sobrevuela sí, una incómoda incertidumbre sobre su verdadero potencial físico. Será su turno ahora de demostrar en donde importa lo gran refuerzo que es. 277 goles oficiales son un buen número para ilusionar.

viernes, 16 de diciembre de 2011

OTRA MANERA DE SEGUIR SIENDO GRANDE


Elija la que más le guste. Hay imágenes como para hacer una película. Cavenaghi y el Chori encabezando la fila bajo la lluvia la noche del debut. Los 10.000 clandestinos en las tribunas de Mendoza. La hinchada de Merlo gritando “vo’ so’ de la beee”, el conmovedor marco del Kempes ante Instituto, cualquiera de las puebladas en Jujuy, Corrientes o Puerto Madryn. Alguna tapa del diario Muy, cualquiera de los festejos de Cavenaghi. En fin. Pasaron apenas 6 meses hundidos en pantano espeso del ascenso. Pareciera que fuese toda una vida.
River supo desde el inicio mismo que la B no sería un desfile de carrozas. Lo comprobó incluso luego de un arranque furioso a plena victoria. La esencia de este torneo es otra y ella se corporizó lentamente sobre un millonario que fue dejándose enredar en la telaraña de equipos que esperaron décadas la oportunidad de tenerlo enfrente. Si ante Chacarita, Independiente Rivadavia y Desamparados los éxitos habían sido sobrios y contundentes, bastó el primer contratiempo (empate shock de Quilmes sobre la hora) para que la verdad salga a la luz. Adversarios curtidos, entrenadores estudiosos y experimentados, jugadores pillos, esquemas complicados de descifrar. Poco espacio. Mucha pierna. Demasiada presión.
Los juegos contra Defensa y Justicia, Deportivo Merlo, Ferro y Gimnasia (ganado por una inspiración de Funes Mori tras un penal detenido por Chichizola) profundizaron la incertidumbre al comprobar que River no solo era maniatable con cierto orden, sino que también absolutamente fácil de vulnerar en la contra. Pero fue allí, en la etapa más turbia de este semestre, cuando el equipo dio una muestra de lo que puede valer si logra armonizar sus individualidades. 7 goles a Atlanta, virada ante Huracán, goleadas en Jujuy y en Puerto Madryn, comprobaron la diferencia de jerarquía entre nuestra pantilla y los demás.
Pero lamentablemente River careció de consistencia y golpe de KO para hacer un colchón de puntos tranquilizante. Fue inconstante porque defeccionó en casa tras buenos partidos afuera, cayendo ante Aldosivi (tarde negra), Atlético Tucumán (suicidio de contra en los primeros 20) y Boca Unidos (aún inexplicable). Lo de la piña liviana se evidenció sobre todo frente a los adversarios mas serios en la carrera por el ascenso. River perdonó a Instituto y Central luego de trámites muy favorables acordando empates que debieron ser victorias. 6 puntos allí hubiesen sido determinantes.
El fútbol de River prometió más de lo que cumplió. Almeyda le imprimió una tónica renovada a lo que fueron los patéticos espasmos finales de la era JJ. Trató de ser River en su esencia de ir al ataque, con gente, con ímpetu, con ambición, con desaires defensivos, con hambre. A veces se quedó en el intento por sus propias falencias y presiones, y porque -además- siempre tuvo enfrente un adversario motivado hasta las muelas. Tuvo en Cavenaghi y Domínguez sus estandartes. Cuando ellos sintonizaron la misma frecuencia la diferencia fue evidente. Al Torito le costó tres partidos encontrar el ritmo, pero bastaron dos definiciones con su sello para retomar como si nada aquella senda de goles interrumpida en 2004. El Chori encandiló desde el principio y a muchos sorprendió la nueva cara de su juego adquirida en Europa, más al servicio del equipo y menos del lucimiento personal. Como fuese, River, con su gambeta filosa y su toque distinto, sonó infinitamente mejor con él en cancha.
Ambos tuvieron buenos pero intermitentes laderos. Carlos Sánchez fue un enérgico motor por la banda derecha, a veces pasado de revoluciones. Martín Aguirre revitalizó momentos con su aptitud para el juego y la lucha. Tuvo partidos impecables y otros en los que desapareció misteriosamente. Ezequiel Cirgliano se ganó la titularidad tras las fallidas opciones de Domingo y Ledesma, su máxima virtud fue el simple y contundente argumento de entregarle siempre la pelota a un compañero. El Flaco Ocampos irrumpió de la nada a plena zancada larga, osadía, llegada al gol, e inmadurez evidente a las que hay que saber pulir y esperar.
El resto mayormente navegó en la medianía. Sobre todo una defensa inestable y dubitativa a la cual no hubo dupla central que le venga bien. Ni Alayes – Maidana, ni Ferrero – Maidana (a simple vista la mas sobria de todas), ni Maidana – Funes Mori, Ni Maidana – Román dieron síntomas de solidez. Por los laterales Abecasis fue una segura opción de salida limpia y Juan Manuel Díaz un llamativo camino de gol en el juego aéreo. Ambos cumplieron. Sus opciones del banco –Vella y Arano- tuvieron sus chances pero no mostraron mucho como para hacer méritos de titularidad. Esa flojera defensiva expuso por demás a un arquero que respondió en líneas generales. Chichizola es todavía un arquero a medio hacer. Algunas atajadas suyas ganaron un par de puntos para la causa (Gimnasia, Ferro, Huracán) aunque su única macana grossa (el gol de Núñez en Corrientes) cayó en el momento mas inoportuno del semestre. Mostró una enorme personalidad para soportar el tremendo peso del arco del más grande en su hora más complicada.
Pero lo que pasó dentro de la cancha es apenas una cabeza de este enorme monstruo que pretende despertarse. Afuera, en las tribunas, en la calle, en el país, River no paró de sorprender y emocionar. Si los últimos años de desgracias permitieron el regreso a los primeros planos del “River pueblo”, esta experiencia histórica ha potenciado eventos conmovedores. 10.000 hinchas ilegales en el Malvinas Argentinas ante Independiente Rivadavia. 20.000 ante Merlo en Avellaneda. 45.000 en el Mario Kempes frente ante Instituto. 40.000 ante Tucumán, Central y Patronato. Conmociones internas en las visitas a Jujuy y Corrientes. Un acontecimiento provincial ante Guillermo Brown de Puerto Madryn. Liderazgo en los rating televisivos cada fin de semana. Pole position en la tabla de venta de entradas de todas las categorías. Muchos opinaron que River se a “racingizado” pero es un error. River no puede parecerce a Racing por la sencilla razón de que River es infinitamente más grande que Racing. Es acaso esta una nueva forma de grandeza. Alguien llamó revolución a todo lo que está ocurriendo. En verdad es ésta la palabra que más se acerca a la descripción de una realidad que no tiene explicaciones terrenales.
River ha hecho de tripas corazón en un semestre durísimo para el orgullo. Ha soportado cargadas humillantes, ha tragado saliva ante la forreada continua, ha rumiado broncas contenidas, ha dejado pasar boludeos gratuitos, ha visto su gloria mancillada por ignorantes a sueldo. Lo que se explica bajo el nombre del folclore, vaya y pase. Pero el fogoneo muchas veces provino de aquellos sectores que en silencio urdieron nuestra caída, con artilugios a los que su origen tan burdo, terminaba por destruir. Las tapas del diario Muy inventando festicholas “justo” después de malos partidos, las chicanas cómplices supuestamente graciosas de ciertas caras visibles de grandes medios, marchan a la cabeza de una tortura soportablemente molesta, generada de nuestra propia incapacidad y a la que solo redime la certeza de saber que tarde o temprano habrá revancha.
A mitad de camino en esta ruta neblinosa, buscando la forma en este compás de espera. Se escuchan ladridos en inequívoca señal de cabalgata. Parece (ojalá) que vamos bien. Seguro podríamos ir mejor.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

MEMORIAS DE LA PENA MAS GRANDE


El clausura: A los ponchazos en la neblina, River sumó correctamente en la primera parte del Torneo con la formula del aguante y la efectividad. Pero todo estaba atado con alambre. Bastó una injusta derrota ante All Boys para trazar un quiebre mental del que fue imposible salir. Desde allí todo fue como una muerte lenta, que solo fue comprendida por la gran mayoría, cuando ya era demasiado tarde.
La promoción: El clima de velorio en Núñez contrastaba con el ánimo triunfal de los cordobeses. Así y todo, hubo de hacer las cosas muy mal River Plate para perder el duelo. La insólita mano de Román, el miedo paralizante y la formación inexplicable del primer partido casi sentenciaron todo. Igual, hubo oportunidades en la revancha para un milagro que no hubiese sido justo. El penal de Pezzotta, el gol de Farré y el penal de Pavone le pusieron los clavos finales al ataúd.
El 26-J: Una cicatriz en el alma, una rotura irreparable, una promesa de amor eterno para mitigar un dolor desconocido, buscando redención en los recuerdos de la niñez, los amigos, el viejo, el tablón, donde uno siempre será feliz. Algo dentro de cada riverplatense pereció en ese triste atardecer invernal. Llevaré para siempre grabada la conmovedora congoja de medio país, contemplando en silencio, la masoquista repetición de la noticia más impactante de la historia del Fútbol Argentino.
El mejor: Matías Almeyda, reserva moral de un equipo quebrado en todo aspecto. El desenlace macabro jamás empañará su entrega hasta la última gota, diera o no diera el físico. Juan Pablo Carrizo. Sostuvo resultados a pura atajada (Newell’s, Quilmes, Banfield, Racing). Fue figura excluyente hasta que dos macanas garrafales ante Boca y San Lorenzo destruyeron lo que había construido. Se fue por la puerta de atrás, seguro sin merecerlo.
El peor: La tribuna siempre tiene chivos expiatorios y ese fue el caso de Rogelio Funes Mori, ese buen “crack en potencia” (?), empantanado en su manía que errar goles imposibles y de quedar 18 veces por partido en off side. Lo de Diego Buonanotte es distinto. Su cabeza cambió hace tiempo por cosas mucho más importantes. Vendido a Málaga a principios de año se preparó para tener una despedida acorde, pero no pudo. Jugó poco, renegó bastante y terminó peleado con el cuerpo técnico. Una oscura plaqueta en la previa del choque ante Lanús fue su tibia (e injusta) despedida.
La revelación: A Leandro Chichizola le tiraron el arco tal vez cuando todavía no estaba preparado, y sin embargo respondió bien durante los cinco partidos que duró la lesión de JP. Un garrafal yerro en el partido ante Vélez nubló apenas una auspiciosa presentación en sociedad, marcada por su estilo elástico, sobrio y de alta personalidad.
Los pibes: Ojala otro River les de revancha a los Lamela, Pereyra, Funes Mori y demás, para que nos regalen en condiciones óptimas todo lo bueno que apenas insinuaron. Sobrepasados por una circunstancia para la cual no fueron formados, pusieron la cara por la casaca cuando varios de los “consagrados” se borraban a la hora de pagar los platos rotos.
El refuerzo: Cuesta llamar refuerzo a Fabián Bordagaray… Aportó lo que sabíamos podía aportar. Solo un nombre más en la galería de los jugadores falopa.
El técnico: La receta sacapuntista que tantos resultados iniciales había dado acabó siendo contraproducente cuando el esquema requirió cambios que nunca llegaron. Con la mala racha carcomiendo, JJ demostró ser el más confundido de todos, atrapado en una bola de nervios que no podía disimular, tanto que su cara demacrada e impotente contagiaba derrota. Su decisión valiente de tomar el fierro hirviendo terminó por quemarlo para toda la historia.
El mejor partido: En términos generales el 1-0 a Independiente en Avellaneda. Luego, solo ráfagas muy esporádicas en los partidos ante Huracán, Banfield, e incluso en las derrotas ante All Boys y Boca.
El peor partido: Uffff… Gimnasia, San Lorenzo, Colón, Estudiantes, Lanús, la ida ante Belgrano… Pero hay uno que sobresale del resto por su mensaje simbólico. River fue a empatar en Bahía Blanca ante Olimpo, cuando ganar le quitaba virtualmente el fantasma de encima. Cumplió su tarea. Fue un 0-0 en el que River (posta, eh) no pateó nunca al arco.
El mejor gol: La inspiración “barceloneana” ante Quilmes. 8 toques de primera entre Acevedo, Lamela y Ferrari que culminaron con el Loncho empujando al gol sobre la línea de meta. Mención especial para el tacazo de Caruso ante San Lorenzo.
La imagen: Solo una foto es mas fuerte que la de los pibes del club llorando el descenso rodeados de Policías, mientras el Monumental se desangraba en violencia. La de Matías Almeyda pechando milicos para besarse la camiseta de cara a la 12. Uno de los pocos gestos de rebeldía y desahogo en el océano de impotencia.
Los arbitrajes: Achacarles la absoluta responsabilidad es un error, aunque no consignarlo no dimensiona por completo el fracaso. Fallas cometemos todos pero la calaña de algunas decisiones perjudiciales levantarán la eterna sospecha. Los bochornosos arbitrajes de Patricio Loustau ante Boca y Sergio Pezzotta ante Belgrano marchan a la cabeza entre las varias zancadillas que terminaron con el millonario por el suelo.
La dirigencia: Los 31 puntos del Apertura hicieron que Passarella sobreestime la valía del plantel. En vez de agregarle calidad, solo arrimó a un descarte como Bordagaray. Pagó el precio de la impericia y, tal vez, de la soberbia. Sus irrupciones aportaron nada más que dudas como cuando, desbordado, inoportuno y sin consultar, fue a la AFA a carajear a Grondona tras la caída ante Boca. No ha sido hasta aquí el Gran Capitán en la tormenta que prometió ser.
La hinchada: Respuestas populares a la altura de la historia. Una fidelidad innegociable pese a los sopapos de la realidad. Hincha es el que aguanta, hincha es el que se enoja pero vuelve. Hincha es el que no exige mas que respeto. Hincha es el que llora su pena con hidalguía. El resto –los que invadieron en Córdoba, los que destrozaron el Monumental- son la pesada herencia de un sistema preparado para que la corrupción, la violencia, y la impunidad, marchen aceitadamente. Ellos también nos mandaron a la B.

domingo, 11 de diciembre de 2011

LA SONRISA DEL PAYASO

River Plate 1 - 0 Patronato (Paraná)
B Nacional 11/12 - 18ª fecha.
Estadio Monumental - 11/12/11.



RIVER PLATE: Chichizola (6); Abecasis (5), Maidana (7), Ramiro Funes Mori (6) y JM. Díaz (5); Sánchez (6), Domingo (4), Aguirre (4) y Ocampos (5); Domínguez (7) y Cavenaghi (6). Posteriormente Ríos (5), González (6) y Arano. DT: Matías Almeyda.
PATRONATO: Bértoli; Graciani, Andrade, Boggino y F. Torres; Urresti, Guzmán, Bustos y JN. Torres; Casado y Jara. Luego Pacco, Romero y Acosta. DT: Marcelo Fuentes.
GOLES: Carlos Sánchez (RP) 25 st.
ARBITRO: Juan Pablo Pompei -bien-
MAN OF THE MATCH: Alejandro Domínguez (River Plate)
RESULTADO MORAL: River Plate 2 - Patronato 0.

No se porque esta alegría si todavía está el llanto atragantado muy adentro. No se porque esta sensación de alivio cuando aún todo esto duele demasiado. Ha pitado Juan Pablo Pompei. River le ha ganado a Patronato 1-0 y sonríe con la risa del payaso. Torcerá su mueca al bajar al camarín mientras se descorre lento el telón del último acto de este drama llamado 2011. Que se vaya y que no vuelva. Que se lleve en la valija tantas penas como pueda. Que nos quede solo el recuerdo inevitable del peor año de la historia.
No se porque inspiro profundo si la asfixia todavía perdura. No se porque este relax culposo entre tantas tensiones duraderas. Hay abrazos luego de que el millonario emboque esta victoria con calzador. Rayo de luz momentáneo en esta noche impía, cargada de presiones y de nervios, que saltan a la luz en cada pase errado, en cada marca perdida, en cada murmullo de la tribuna. En la vorágine de este proceso histórico, vivimos atrapados en un torbellino emocional que nubla el raciocinio. Si despojáramos esta crónica de cada atisbo de subjetividad, hallaríamos una victoria clara, irreprochabe y hasta exigua en el score. Pero hay ciertos placeres que este tiempo fatal nos ha vedado. Hoy River no se ve con los ojos. Se ve con el corazón.
Ante Patronato pasó lo que pasa siempre cuando el partido no se abre. River ve un rival herido y llama al SAME, cero instinto asesino, perdona, malgasta, derrocha superioridad al divino botón. Juega una ruleta rusa peligrosa porque el aguante defensivo apenas es discreto. Patronato cerró filas como pudo y sobrellevó tambaleante los embates millonarios del primer tiempo. Su plan casi se redondea en el complemento cuando en una contra perdida, Jara definió un mano a mano al palo y en el rebote Casado la tiró inexplicablemente afuera. La TV tuvo que repetirla 8 veces para constatar que de verdad no había sido gol.
Diga que en el momento más álgido de la noche, Juan Tuje jugó una ficha para este lado, y 2011 partió al menos con una sonrisa. Tres defensas entrerrianos colisionaron en la puerta del área en su apuro por revolearla, y el pelota derivó mansita para el soberbio derechazo cruzado de Sánchez que trajo la justicia en el resultado y la catarsis en las tribunas. Si será cruel el destino que la última alegría del año se asemeja enormemente al gol del tal Farré el 26-J, la tarde en que se nos tatuó en la frente la pena del descenso, pena que llevaremos como la marca de Caín por el resto de la historia.

jueves, 8 de diciembre de 2011

EL CHORI Y LA COPA

River Plate 1 - 0 Defensores de Belgrano
Copa Argentina 11/12 - 32avos de final.

Estadio Bicentenario (San Juan) - 07/12/11.



RIVER PLATE: Vega (6); Vella (5), Pezzella (6), Ramiro Funes Mori (5) y Arano (5); Affranchino (4), Ledesma (5), Cirigliano (5) y C. González (5); Domínguez (7) y Cavenaghi (6). Posteriormente Ríos, González Pírez y Cazares. DT: Matías Almeyda.
DEFENSORES DE BELGRANO:
Griffo; Batallini, Villasanti, Alberich y Nadal; Sommariva, Lillo, Porcel y A. González; Ortega y Noriega. Luego Coria, Daolio y Ritacco. DT: Rodolfo Della Picca.

GOLES:
Alejandro Domínguez (RP) 25 pt.

ARBITRO:
Fernando Rapallini -regular-

MAN OF THE MATCH:
Alejandro Domínguez (River Plate)

RESULTADO MORAL: River Plate 1 - Defensores de Belgrano 0.

25 minutos del primer tiempo. Momento de oprimir play. Las estrellas se juntan y de su unión siempre sale luz. Tacazo de Cavenaghi al pique de Domínguez. Es un largo recorrido de 30 metros a plena velocidad con rivales mirándole el 10 en la espalda. Cuando enfrenta al arquero ya tiene todo resuelto en la cabeza. Cucharita del pié derecho para que la redonda vaya mansita a dormir en la red del segundo palo. Bello. Trámite resuelto. Momento de apretar off.
Es bravo jugar partidos así, sin nada que ganar y con todo por perder. Pero en el reino de la chatura y el desinteres, un par de pinceladas y un golazo del Chori pagaron el precio de la entrada. River fue a San Juan a rellenar un formulario sin demasiadas exigencias. Jugó serio un ratiro y le alcanzó, el resto se agotó rápido entre la indolencia de un equipo con nivel de primera (circunstancialmente en la B) y la pobreza franciscana de otro que tiene bien ganada su categoría.
Y no dio para mucho más, ni siquiera para el morbo de tenerlo a Ortega enfrente. Enredado en sus mambos, Ariel sigue sin aceptar la evidente realidad de que ya no puede. Mal que nos pese, todos lo sabemos y lo hemos aceptado. Salvo él.

domingo, 4 de diciembre de 2011

ESO DUELE

Boca Unidos (Corrientes) 1 - 0 River Plate
B Nacional 11/12 - 17ª fecha.
Estadio Huracán Corrientes - 03/12/11.



BOCA UNIDOS: Sessa; C. González, Donatti y De Muner; Danelón, Sánchez Paredes, Devallis, Gómez y Friedrich; Núñez y Visconti. Posteriormente Benítez, Moisés y Ayala. DT: Claudio Marini y Luis Medero.
RIVER PLATE: Chichizola (3); Abecasis (6), Ferrero (5), Maidana (6) y JM. Díaz (5); Sánchez (7), Cirigliano (6), Aguirre (5) y Ocampos (6); Domínguez (6) y Cavenaghi (5). Luego Ríos. DT: Matías Almeyda.
GOLES: Cristian Núñez (BUC) 46 st.
ARBITRO: Alejandro Toia -regular-
MAN OF THE MATCH: Gastón Sessa (Boca Unidos)
RESULTADO MORAL: Boca Unidos 0 - River Plate 3.

A veces creo que cosas como las de esta noche en Corrientes, solo a River le suceden. Esa rara mezcla de infortunio, "pechofriísmo" y negligencia que muy a menudo padecemos en carne viva. Podremos desenvolver los ovillos más anudados para explicar lo ocurrido, y así y todo, volveremos a arrancarnos los pelos de la bronca y la impotencia porque pasó lo que nunca puede pasar, salvo a nosotros.
Entonces que explicar?. Que River Plate fue el único equipo en la cancha durante los 90 minutos?. Que mereció largamente ganar el partido?. Que generó por lo menos 7 ocasiones en donde el gol era inminente?. Que Gastón Sessa fue la figura?. No, dejá. A quien le va a importar eso ahora?. A River, tragándose el sapo de un revés insólito condimentado por el morbo?. A los correntinos, ahora exhultantes y aún sin poder creer el regalo que les cayó del cielo?. Dejá. Lamentate, contá hasta 10, descargate si querés. Solo conseguirás que el cruel y maravilloso fútbol se mate de risa al ver consumada otra de sus picardías.
Litoral. Tufo y humedad. Viejo estadio conocido. River sale a lo River ante un adversario exageradamente respetuoso. Lo desbordará claramente casi todo el match. Va Abecasis, va Sánchez, va Aguirre, va Ocampos, van el Chori y Cavenaghi, hasta va Cirigliano. Un arquero que vuela por los aires, aterriza y vuelve a volar. Un palo que niega. Una estocada que se falla. Se sacude el árbol con violencia pero el fruto del gol no cae, no cae y no cae. Ya el cero es un premio corto cuando Doña Sorpresa dice presente. En el descuento, Chichizola puñetea en falso un centro llovido a los pies de un goleador esperando con cuchillo y tenedor en mano. Toda Corrientes estalla, pero en realidad, lo único que se escucha es el golpear de nuestra mandíbula contra el piso. Casi siempre el dolor de lo sorpresivo es mas profundo que el dolor de lo anunciado.
River jugó sin carga un partido inflado con el compresor del morbo. Por eso cuesta caerle a pleno con los reproches cuando se hizo todo para ganar. Deberá Almeyda surfear la ola de desconfianza y sostener firme la moral del equipo, para digerir rápido el golpe bajo del partido y de los días cargados que se vienen. Más inoportuno, imposible. Justo ahora (esta fecha, este fin de semana, y de esta forma), el millonario le da canilla libre a la gilada para que -incluso en este blog- se hagan un festín del boludeo por la puta casualidad de que el nombre del vencedor empiece con la palabra Boca.