Copa Libertadores 2007 - 05/04/07.
José Manuel Rey tomó el rechazo de Zapata a unos 30 metros del arco. Uno siempre imagina situaciones así, con la pelota llegando muertita, justo para tu pierna hábil. El venezolano habrá cerrado los ojos y habrá dicho “ma sí, que sea lo que Dios quiera”. Y Dios quiso. El azote al balón, como el de un domador a su fiera, explotó en la red de Carrizo, sin tiempo más que para preguntarse ¿Qué fue lo que pasó acá?. 1-0. Dicen que hasta Chávez lo gritó. El fantasma de la Copa comenzaba a asomar su cabeza, derrumbando el castillo de naipes. Otra vez.
Alguien diría “una noche para olvidar”. Quien pudiera. Las noches para olvidar son las que nunca se olvidan. Penosamente River, doblando el codo de esta década, ha construido un interesante muestrario de esas jornadas que quedan picando en la memoria. Pero a la de aquella noche en Cúcuta, difícil empardarla.
Fue el 5 de Abril de 2007. Grupo 6 de una Libertadores, aun auspiciada por Toyota. River venia ahogado por los malos resultados y ganar era lo único que le servía. Enfrente, Caracas FC (club importante en Venezuela, diminuto al mango en América), que no sabía bien que pensar. Un mes atrás había sorprendido al cuadro de Passarella y a todo un continente, ganando en el Monumental 1-0, en una noche azarosa e iluminada. Pero ahora, con las puertas de la clasificación abiertas de par en par, una serie de imprevistos le acogotaban la ilusión. Tres titulares están afuera por suspensión y su localía debía mudarse por cuestiones disciplinarias a la ciudad colombiana de Cúcuta, a kilómetros de la frontera entre ambos países, pero lo suficientemente lejos como para enfriar los ánimos triunfalistas.
Pero aquel era un River tan despistado como el de ahora. Tan frágil anímicamente, que solo bastó un golpe inicial (el de Rey) para voltearlo para toda la cuenta. No hubo caso, las puertas se cerraban ante cada intento desesperado. Farías empató de cabeza tras centro de Rosales. Pero la noche no daba señales de complicidad. Al rato, Habinson Escobar (?), (podría haber sido pitcher de beisbol o timbaletero en un grupo de salsa), escapó por una de las grietas de la zaga millonaria y con dos tantos casi consecutivos, se transformó en uno de los verdugos mas bizarros en la historia de River Plate.
Esa noche, Passarella hipotecó varias de las líneas de crédito que se habían abierto hacia su segunda etapa como entrenador del Club. Carrizo; Ferrari, Gerlo, Rivas y Villagra; Augusto, Ponzio, Belluschi y Zapata; Rosales y Farías. Luego Lima, Ruben y Galván jugaron por River. El Chapa Zapata se carajeó con un defensor caraqueño y fue expulsado por el uruguayo Jorge Larrionda. La Copa volvía a esquivarnos el bulto. Manchones de Venezolanos absortos deliraban en las tribunas del General Santander. En el centro del campo, apellidos anónimos y risueños como Toyo, Vizcarrondo, Rouga, y ¡Carpintero!, desatanban su lógica emoción en un racimo homogéneo, al revoleo de sus rojas casacas con 5 sponsors. Habían rendido a sus pies a un gigante del fútbol. Metros mas allá los jugadores de la banda reptaban hacia el túnel, buscando en las sombras del vestuario, el anonimato que les de sosiego ante una nueva frustración. Esa misma que ya se nos ha hecho carne cuando hablamos de la Copa.
Alguien diría “una noche para olvidar”. Quien pudiera. Las noches para olvidar son las que nunca se olvidan. Penosamente River, doblando el codo de esta década, ha construido un interesante muestrario de esas jornadas que quedan picando en la memoria. Pero a la de aquella noche en Cúcuta, difícil empardarla.
Fue el 5 de Abril de 2007. Grupo 6 de una Libertadores, aun auspiciada por Toyota. River venia ahogado por los malos resultados y ganar era lo único que le servía. Enfrente, Caracas FC (club importante en Venezuela, diminuto al mango en América), que no sabía bien que pensar. Un mes atrás había sorprendido al cuadro de Passarella y a todo un continente, ganando en el Monumental 1-0, en una noche azarosa e iluminada. Pero ahora, con las puertas de la clasificación abiertas de par en par, una serie de imprevistos le acogotaban la ilusión. Tres titulares están afuera por suspensión y su localía debía mudarse por cuestiones disciplinarias a la ciudad colombiana de Cúcuta, a kilómetros de la frontera entre ambos países, pero lo suficientemente lejos como para enfriar los ánimos triunfalistas.
Pero aquel era un River tan despistado como el de ahora. Tan frágil anímicamente, que solo bastó un golpe inicial (el de Rey) para voltearlo para toda la cuenta. No hubo caso, las puertas se cerraban ante cada intento desesperado. Farías empató de cabeza tras centro de Rosales. Pero la noche no daba señales de complicidad. Al rato, Habinson Escobar (?), (podría haber sido pitcher de beisbol o timbaletero en un grupo de salsa), escapó por una de las grietas de la zaga millonaria y con dos tantos casi consecutivos, se transformó en uno de los verdugos mas bizarros en la historia de River Plate.
Esa noche, Passarella hipotecó varias de las líneas de crédito que se habían abierto hacia su segunda etapa como entrenador del Club. Carrizo; Ferrari, Gerlo, Rivas y Villagra; Augusto, Ponzio, Belluschi y Zapata; Rosales y Farías. Luego Lima, Ruben y Galván jugaron por River. El Chapa Zapata se carajeó con un defensor caraqueño y fue expulsado por el uruguayo Jorge Larrionda. La Copa volvía a esquivarnos el bulto. Manchones de Venezolanos absortos deliraban en las tribunas del General Santander. En el centro del campo, apellidos anónimos y risueños como Toyo, Vizcarrondo, Rouga, y ¡Carpintero!, desatanban su lógica emoción en un racimo homogéneo, al revoleo de sus rojas casacas con 5 sponsors. Habían rendido a sus pies a un gigante del fútbol. Metros mas allá los jugadores de la banda reptaban hacia el túnel, buscando en las sombras del vestuario, el anonimato que les de sosiego ante una nueva frustración. Esa misma que ya se nos ha hecho carne cuando hablamos de la Copa.
2 comentarios:
Cuantos malos recuerdos tenemos ultimamente,con ese equipo el Kaiser nos vendió que hasta la Libertadores no parabamos y creo que no ganamos ni un torneo de verano ...El Papada le dió los gustos al Kaiser .trayendo a Belluschi ..los Rosarinos de Central ..a Ponzio ..a Rosales ( que le habrá visto ) ..mas algunos otros impresentables con el Negro Rivas ... y la verdad nunca pudo conformar un buen equipo ..siempre nos faltaba cinco mangos pal peso ..yo creo que no pudo formar una defensa sólida que sirviera de base porque no tuvo caudillos que ayudaran a formarla ...el último que recuerdo fue Amelli pero sus fantochadas personales no lo ayudaron para nada ...
El inicio definitivo al desastre, de allí en más la debacle total (salvo el oasis del campeonato de Simeone). Encima casi todos los nombres de ese equipo son mejores que los actuales, si hubiese habido en ese momento un cambio radical (p ej.; elecciones anticipadas, ya se notaba que aguilar estaba perdido) seguramente hoy estaríamos mejor.
Saludos, Negro
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