La historia como entrenador de Enrique Omar Sívori es la clara demostración de que se puede ser un fuera de serie dentro de la cancha y no necesariamente tener que serlo fuera de ella. El mismo cabezón se lo dijo a la prensa cuando su actividad como entrenador era ya un recuerdo lejano. “Y, la dirección técnica no era lo mío”.
Retornó al país en el año 1969, pocos meses después de haberse retirado en Italia como futbolista del Nápoli, y cuando aún estaba fresca su enorme figura de genio mundial. Empujado por la necesidad de no alejarse del todo del fútbol, tomó la dirección técnica de Rosario Central sin ningún tipo de experiencia. Le fue mal, tal vez porque era muy grande la expectativa que generó en su arribo, y en un cargo para el que todavía no se había preparado
Cuando llegó a River, a mediados de 1974 ya estaba más taimado en el arte de la conducción de grupo, aunque su genio -medio parco y rebelde- no lo ayudaba mucho. Además, traía consigo la buena experiencia de haber llevado a la Selección Nacional al Mundial de Alemania. Se hizo cargo del equipo para jugar el Nacional, reemplazando a Pipo Rossi, quién no había logrado clasificar al equipo a la fase definitoria del Metropolitano, jugado en la primera parte del año.
Sívori tuvo que pelear con la decadencia de un equipo sin muchos jugadores de cartel y con el enorme peso de 17 años sin campeonatos. Debutó en el Cementerio de los Elefantes de Colón con un triunfo por 1-0 con gol de Morete y generó algo de ilusión con un arranque de 3 victorias en 4 partidos, incluida una formidable goleada ante Huracán de San Rafael por 10-1, hasta la fecha la mayor goleada en la historia del Club.
Pero una caída en la cancha de Boca y una insólita derrota ante Jorge Newbery de Junín por 1-0 fueron obstruyendo los caminos hacia la clasificación a las semifinales del Nacional. Tras 18 partidos jugados, River ganó 7, empató 5 y perdió 6. Terminó quinto en un grupo de nueve, incluso debajo de un equipo semi amateur como Altos Hornos Zapla de Jujuy.
Su último partido fue el 22 de noviembre ante Talleres de Córdoba en la Boutique. River cayó 2-1. Fillol; Zuccarini, Pena, Passarella y Héctor López; JJ. López, Merlo y Alonso; Mastrángelo, Morete y Marchetti, fue su última formación. Para ese entonces, en los pasillos del Monumental ya se hablaba de un cambio radical. Ese cambio tenía nombre: Ángel Labruna. Hasta la ropa cambiaría. En esa noche cordobesa, River jugó por última vez con las legendarias medias grises.
Sívori siguió su carrera en Vélez Sarsfield y Racing Club de Avellaneda. Pero aquello de que “esto no es lo mío” ya calaba hondo en su cabeza. No tardó mucho en dar las hurras y dedicarse a vivir de su enorme prestigio de futbolista y de la recomendación de jugadores para su amada “Vecchia Signora”. Lo hizo hasta el día de su muerte, el 17 de febrero de 2005. Tenía 69 años y toda la gloria encima.
Retornó al país en el año 1969, pocos meses después de haberse retirado en Italia como futbolista del Nápoli, y cuando aún estaba fresca su enorme figura de genio mundial. Empujado por la necesidad de no alejarse del todo del fútbol, tomó la dirección técnica de Rosario Central sin ningún tipo de experiencia. Le fue mal, tal vez porque era muy grande la expectativa que generó en su arribo, y en un cargo para el que todavía no se había preparado
Cuando llegó a River, a mediados de 1974 ya estaba más taimado en el arte de la conducción de grupo, aunque su genio -medio parco y rebelde- no lo ayudaba mucho. Además, traía consigo la buena experiencia de haber llevado a la Selección Nacional al Mundial de Alemania. Se hizo cargo del equipo para jugar el Nacional, reemplazando a Pipo Rossi, quién no había logrado clasificar al equipo a la fase definitoria del Metropolitano, jugado en la primera parte del año.
Sívori tuvo que pelear con la decadencia de un equipo sin muchos jugadores de cartel y con el enorme peso de 17 años sin campeonatos. Debutó en el Cementerio de los Elefantes de Colón con un triunfo por 1-0 con gol de Morete y generó algo de ilusión con un arranque de 3 victorias en 4 partidos, incluida una formidable goleada ante Huracán de San Rafael por 10-1, hasta la fecha la mayor goleada en la historia del Club.
Pero una caída en la cancha de Boca y una insólita derrota ante Jorge Newbery de Junín por 1-0 fueron obstruyendo los caminos hacia la clasificación a las semifinales del Nacional. Tras 18 partidos jugados, River ganó 7, empató 5 y perdió 6. Terminó quinto en un grupo de nueve, incluso debajo de un equipo semi amateur como Altos Hornos Zapla de Jujuy.
Su último partido fue el 22 de noviembre ante Talleres de Córdoba en la Boutique. River cayó 2-1. Fillol; Zuccarini, Pena, Passarella y Héctor López; JJ. López, Merlo y Alonso; Mastrángelo, Morete y Marchetti, fue su última formación. Para ese entonces, en los pasillos del Monumental ya se hablaba de un cambio radical. Ese cambio tenía nombre: Ángel Labruna. Hasta la ropa cambiaría. En esa noche cordobesa, River jugó por última vez con las legendarias medias grises.
Sívori siguió su carrera en Vélez Sarsfield y Racing Club de Avellaneda. Pero aquello de que “esto no es lo mío” ya calaba hondo en su cabeza. No tardó mucho en dar las hurras y dedicarse a vivir de su enorme prestigio de futbolista y de la recomendación de jugadores para su amada “Vecchia Signora”. Lo hizo hasta el día de su muerte, el 17 de febrero de 2005. Tenía 69 años y toda la gloria encima.
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