Alguna vez leí por ahí una semblanza de Titi Di Carlo, ex Presidente de River, sobre el Escribano Julián William Kent, otro ex Presidente. “Kent era un hombre extraordinario, un Riverplatense a carta cabal, honesto cien por cien. Pero no tenía, tal vez, la envergadura necesaria que requiere un Presidente de River. William iba a la AFA con el reglamento bajo el brazo, mientras que los otros iban con el revolver en la cintura y el cuchillo entre los dientes”.
Cuando llegó el momento de definir el Metropolitano del 69, el clima en Núñez era como el de la previa del carnaval. No era para menos. El equipo que dirigía Ángel Labruna estaba muy cerca de cortar una racha de 12 años sin títulos. Venía con el enorme envión anímico que significaba haber eliminado a Boca en semifinales, y encima, el rival en la final era el “débil” Chacarita Juniors.
Los revisionistas de la historia cuentan que en la semana previa al cotejo definitorio, no fueron pocos los llamados de altos directivos del conjunto funebrero hacia la cúpula de River con un ofrecimiento non sancto, y para nada heroico. “Les damos el partido a cambio de quedarnos con toda la recaudación”.
Todavía sin salir del asombro y dudando sobre si era o no una oferta veraz, los testigos dicen que toda discusión fue abortada en seco por el propio Presidente Kent, enarbolando como argumento una frase salida desde el fondo mismo del romanticismo del contendiente leal. “Muchachos, los partidos se ganan en la cancha”. En realidad, ninguno de los reunidos en aquella mesa se hizo demasiado problema por la decisión de Kent. Porque para ellos, como para todo el mundo River, esa final ante Chacarita se ganaba con la camiseta.
Entonces, sin ningún tipo de arreglo previo, la pelota con sus imprevisibles caprichos, escribió ese domingo 6 de julio una historia muy distinta a la imaginada. 64.441 personas pagaron entrada en el Cilíndro de Avellaneda dejando en boleterías 27.680.400 pesos de recaudación. Con el juego 1-1 por tantos de Horacio Neumann y Juan Carlos Trebucq, el árbitro Roberto Barreiro expulsa por un foul violento el volante de River Eduardo Dreyer. Es el principio del fin. Comandados por la brillante técnica de Ángel Marcos y la polenta de Neuman y Frassoldatti, Chacarita se hace un festín en el complemento y termina goleando 4-1.
En la angustia de un nuevo vestuario perdedor, El escribano Kent volvió a repetir ante los micrófonos aquello de que “los partidos se ganan en la cancha”. Dicen que Jorge Recio, volante central del millonario contestó por lo bajo a modo de reproche “si, pero el fútbol es para los vivos”.
El ofrecimiento desechado quedó retumbando en la cabeza de los testigos por largo tiempo. Chacarita se llevó la mitad de la renta de esa multitudinaria tarde de Avellaneda, pero ganó para sí una jornada de gloria que ya supera los 40 años de vida. Los partidos se ganan en la cancha, dijo Kent. Y ese día, en la cancha, Chacarita fue el mejor.
Cuando llegó el momento de definir el Metropolitano del 69, el clima en Núñez era como el de la previa del carnaval. No era para menos. El equipo que dirigía Ángel Labruna estaba muy cerca de cortar una racha de 12 años sin títulos. Venía con el enorme envión anímico que significaba haber eliminado a Boca en semifinales, y encima, el rival en la final era el “débil” Chacarita Juniors.
Los revisionistas de la historia cuentan que en la semana previa al cotejo definitorio, no fueron pocos los llamados de altos directivos del conjunto funebrero hacia la cúpula de River con un ofrecimiento non sancto, y para nada heroico. “Les damos el partido a cambio de quedarnos con toda la recaudación”.
Todavía sin salir del asombro y dudando sobre si era o no una oferta veraz, los testigos dicen que toda discusión fue abortada en seco por el propio Presidente Kent, enarbolando como argumento una frase salida desde el fondo mismo del romanticismo del contendiente leal. “Muchachos, los partidos se ganan en la cancha”. En realidad, ninguno de los reunidos en aquella mesa se hizo demasiado problema por la decisión de Kent. Porque para ellos, como para todo el mundo River, esa final ante Chacarita se ganaba con la camiseta.
Entonces, sin ningún tipo de arreglo previo, la pelota con sus imprevisibles caprichos, escribió ese domingo 6 de julio una historia muy distinta a la imaginada. 64.441 personas pagaron entrada en el Cilíndro de Avellaneda dejando en boleterías 27.680.400 pesos de recaudación. Con el juego 1-1 por tantos de Horacio Neumann y Juan Carlos Trebucq, el árbitro Roberto Barreiro expulsa por un foul violento el volante de River Eduardo Dreyer. Es el principio del fin. Comandados por la brillante técnica de Ángel Marcos y la polenta de Neuman y Frassoldatti, Chacarita se hace un festín en el complemento y termina goleando 4-1.
En la angustia de un nuevo vestuario perdedor, El escribano Kent volvió a repetir ante los micrófonos aquello de que “los partidos se ganan en la cancha”. Dicen que Jorge Recio, volante central del millonario contestó por lo bajo a modo de reproche “si, pero el fútbol es para los vivos”.
El ofrecimiento desechado quedó retumbando en la cabeza de los testigos por largo tiempo. Chacarita se llevó la mitad de la renta de esa multitudinaria tarde de Avellaneda, pero ganó para sí una jornada de gloria que ya supera los 40 años de vida. Los partidos se ganan en la cancha, dijo Kent. Y ese día, en la cancha, Chacarita fue el mejor.
6 comentarios:
No recuerdo ningún campeonato ganado por RIVER dónde necesitamos de la ayuda externa para ganarlo , ni siquiera por la suerte de los penales .
Quizás más que un reproche por no haberlo arreglado nos deberíamos sentir orgullosos por no haberlo hecho y por tener dirigentes con hidalguía y honestidad . Gracias Kent por haber sido fiel a us convicciones .
Coincido con Marcelo. Alguna vez escuchè a un viejo dirigente decir que en esa època River era la mosca blanca del Fùtbol Argentino. Era comùn el arreglo con rivales, con arbitros y el uso de doping (ayudìn le decìan) y River nunca entrò en esa. Ademàs de no sacar ventajas, esta situaciòn generaba resquemores que llevò a que se lo perjudique en varias oportunidades definitorias (penal de Gallo, el mismo triangular final de ese torneo fue entregado por Racing, Roma adelantandose 5 mts, los penales repetidos del Rojo, etc.)
Qué buen espacio para reivindicar conductas que merecen ser imitadas. Porque el fin no justifca los medios. Si algo ha distinguido a River a lo largo de su historia fue una línea de conducta dirigencial, salvo aisladas excepciones por supuesto.
Prueba de ello es que River nunca llamó a convocatoria de acreedores ni fue intervenido por el Estado, como ocurrió con Boca a mediados de los ochenta.
Pero ahora tenemos que empezar de nuevo. Pensar que pasamos de “una línea de conducta” a una línea “0-800 para reporte de conductas irregulares...”
Saludos
Gustavo
Soy hincha de Independiente pero amante del fútbol y me gustan mucho las historias y estadísticas de nuestro fútbol. No creo que sea cierto el ofrecimiento de los dirigentes de Chacarita que tenía una oportunidad histórica de ser campeón (recordemos que el único club "chico" en ser campeón hasta ese momento era Estudiantes) y quedar en la historia como finalmente ocurrió y renunciar a esa posibilidad por unos pesos. Así que no creo que eso haya existido. Ahora si es verdad esa historia, no entiendo las críticas hacia el presidente Kent. Los que lo criticaban querían ganar un campeonato arreglado, con un rival que se iba a dejar ganar. A mi como jugador y como hincha me daría vergüenza esa posibilidad.
Cuando el ex presidente Di Carlo lo define a Kent como una excelente persona pero que no le daba la envergadura para ser presidente de River pense que Kent habra sido un gran tipo pero con el Boca nos hubiera dormido en las finales de la Libertadores 2018 y ni hablar con lo del gas pimienta El ex jugador nuestro Recio no se equivocaba,el futbol es para los vivos
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