Vino de Colombia a las inferiores y no era mas que un nene. Vino de Santa Marta, donde hay trenes y no tranvías. Modocito, ademanes suaves, mirada profunda, y esa musicalidad al habla tan propia de los caribeños. Ya han pasado cuatro años y pico desde que el Negro Astrada lo mandó a la cancha en un partido contra Instituto. Era una novedad curiosa. Un colombiano de las inferiores decían. Un nombre exótico. ¿Como se llama?, ¿Radamel Falcao?, ¿Falcao es nombre o apellido?. Falcao, como el brasileño Paulo Roberto, era nombre nomas, y luego sabríamos que se apellidaba García Zarate, y que tenía una convicción de fierro para llegar a su meta soñada.
River le dio todo y el retribuyó exprimiéndole el jugo a cada oportunidad brindada. De entrada la rompió. 2 goles a Independiente, a Lanús y a San Lorenzo. Los ligamentos de su rodilla pararon en seco su escalada y lo obligaron a pelearla desde abajo. Le puso garra, temperamento, y tezón. Ganó su puesto en base a entrega y a varios goles importantes. De esos que no se olvidan más, como sus tres tantos al Fogao en la Sudamericana, o el impacto a Boca en ese mediodía inolvidable de 2007.
Delantero con gol, nunca goleador. Tal vez, en un River mas lujoso y menos utilitario, Falcao no hubiera sido lo que fue, y tampoco fue tanto. Signo y referente de estos tiempos sufridos y empeñosos. Radamel se va ahora a jugar a Porto de Portugal. Allá viaja con la fascinación propia de descubrir un fútbol nuevo, un mundo nuevo. Volveré dijo en su sitio internet. Deja un gran recuerdo. Sino sería imposible sentarse a escribir estas líneas. ¿Se puede pedir más?.
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