sábado, 8 de noviembre de 2008

UN DESPERDICIO DE TÉCNICO


Vaya uno a saber las cosas que pasaron por la cabeza de Simeone cuando reunió a la cúpula dirigencial de River en el hotel de Guadalajara, para comunicarles lo que todos sabíamos que tarde o temprano iba a hacer, salvo la dirigencia misma, autista de su propio autismo, que imaginaba un técnico para largo rato.
Bronca, responsabilidad, impotencia, decepción, tristeza, y tal vez varias sensaciones más. Podrá haber tenido millones de defectos, pero jamás podrá achacársele indiferencia y falta de identificación con la causa. Ya sea por profesionalismo o por su propio temperamento de ganador empedernido, el Cholo fue, en estos 11 meses de experiencia, tan millonario como los que nacieron en los pasillos de este bendito club.
Pero se va. No podía hacer otra cosa. Lo marca la lógica de este juego, al que nuestra histeria ha empujado a depender casi exclusivamente de algo tan dañino como necesario como el resultado. Lo mas loco de todo es que Simeone otorgó la dosis de éxito que un técnico necesita para mantenerse en su cargo. Pero claro, en la locura en la que nos imponen vivir, lo que pasó hace cuatro meses atrás, ya parece formar parte del periodo jurásico.
Es cierto aquello de que el hilo se corta por lo mas delgado. Sabemos que antes que Simeone, tendrían que desfilar varios de los popes de la comisión y varios de los futbolistas que integran el plantel, en ambos casos, indignos representantes de nuestra insignia. Pero Simeone tuvo algo que escasea por River en estos días. La vergüenza.
Fueron 11 meses inolvidables. Plenos de vértigo, de ilusiones, de broncas, de incertidumbres. En cierto sentido, Simeone le devolvió a River el primer plano permanente en la boca de todos. Para bien o para mal. Y todo lo hizo sin haber podido nunca encontrar el equipo. Cuando pareció hallarlo, las idas de Carrizo, Ortega, Abreu y Alexis Sánchez, lo desmoronaron nuevamente.
Varias veces jugó mal, otras pocas veces bien, y muy bien solo una vez, la última noche ante Chivas en Guadalajara. Soportó la insólita eliminación de la Copa Libertadores a manos de San Lorenzo en una noche irrepetible. Afrontó el bochorno de las cargadas públicas por sus conflictos de índole privada. Perdió las dos veces con Boca Juniors, jugando los dos peores partidos del año. Separó a Ortega del plantel, en una decisión antipática y antidemagógica para con el hincha, pero irreprochable desde el punto de vista de un jefe de grupo. Ató su destino a la suerte en la Copa Sudamericana y lo pagó caro.
Cotizó jugadores como Abelairas y Buonanotte. Jugó en cada cancha y en todos los minutos de todos los partidos de este año, con un objetivo irrenunciable. El arco de enfrente. Eso se valora, y ojala no se extrañe. Y volvimos a las vueltas olímpicas luego de cuatro años.
Así como pasó con el Ingeniero Pellegrini, el tiempo dirá si este ha sido un nuevo desperdicio de técnico. Y también será el responsable de poner a los actores de la película en el lugar correcto de la história. Solo da bronca pensar que nuestra ceguera por el éxito a cualquier precio, nos haga equivocar el camino para lograrlo.

2 comentarios:

River Futbol dijo...

jaja la verdad (("UN DESPERDICIO DE TÉCNICO"))

nos dejo ultimo eliminado de la copa y se lava las mano

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saludos

Agrupacion Tradicional River Plate dijo...

Sabés algo del operativo clamor encabezado por Abreu para que se quede Simeone?