viernes, 8 de agosto de 2008

SIEMPRE HABRA UNA NUEVA VUELTA


Dijo el Indio Solari en una canción que las despedidas son dolores dulces. Pero esta despedida intempestiva no deja gusto a almíbar en nuestras bocas y si un vacío de dolor y de incertidumbre de no saber bien porque. Y para no desmerecer al poeta ricotero, esta ausencia de dulzura en el adiós a nuestro ídolo autodestructivo, acaso sea el síntoma de que esto en realidad no es una despedida, sino una pequeña separación para un pronto retorno a casa.
No se porque, pero guardo en la memoria el gol de Villagra a Colón por el último Clausura. Lo guardo por aquel inolvidable pase de Ariel y por ese grito pueril, todo barrio, pura pasión, cero impostura, en aquel abrazo de gol con Nelson Vivas. No se porque esa imagen se me cruzó cuando vi la foto que ilustra esta nota. A veces no es conveniente decir nada.
Se va Ortega de River. Esa es la noticia. Esa es la verdad. Y no nos gusta para nada. No pretendemos explicaciones, tampoco culpables. Solo exigimos respeto y memoria. No pretendemos que se nos de la razón, no queremos cortar cabezas. Solo tenemos una exigencia. Que la historia repare lo que el hombre con sus acciones contradictorias se empecina en romper. Que Ariel juegue al fútbol, y que juegue con la camiseta que merece. La nuestra.
Entonces que vaya a Mendoza, pero que vuelva. Hasta entonces lo esperaremos. Guardaremos en la memoria la ovación. Simularemos que nada ha pasado, y por un tiempo haremos que olvidamos su tranco chueco dibujando gambetas. Esperaremos otra vez como tantas veces, hasta que por fin brote su estampa de potrero desde el túnel como las flores en primavera. Sabemos que va a pasar. Por todo esto y por aquello de la ausencia de dulzura, es que esta no es una carta de despedida. Solo es un lamento público de un hincha como millones, que no puede soportar que las cosas sean como son y no como realmente tienen que ser. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio

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