El tipo era un idealista. Es cierto que fue un genio de la zurda, un talentoso sin par, un gran goleador, una pegada de tocado, un formidable cabeceador. Pero por sobre todas las cosas, Alonso era un idealista. O es decir también, una mente con grandes ideas, y una mente preparada para confiar en ellas pase lo que pase y caiga quien caiga.
Porque todo parte desde allí, de una cabeza que imagina cosas imposibles. Y el primer paso para vencer la barrera que separa lo posible de lo imposible es soñar que lo imposible no lo es tanto. Entonces Norberto Osvaldo Alonso, pibe prodigio primero, hombre y bandera mas tarde, mito y leyenda ahora, además de un idealista, era también un soñador.
Era solo cuestión de que alguien lo viera y que alguien se juegue por lo que había visto. Fue el brasileño Didí. Pudo haber sido cualquier otro, ¿cómo no verlo?. Desde entonces y hasta el final, lo suyo fue muy difícil de explicar y fácil de entender. La estadística lo refleja, pero no del todo. Sus ideas fueron tan grandes que algo tan lógico y desapasionado como un número exacto nunca podría englobar.
Porque todo parte desde allí, de una cabeza que imagina cosas imposibles. Y el primer paso para vencer la barrera que separa lo posible de lo imposible es soñar que lo imposible no lo es tanto. Entonces Norberto Osvaldo Alonso, pibe prodigio primero, hombre y bandera mas tarde, mito y leyenda ahora, además de un idealista, era también un soñador.
Era solo cuestión de que alguien lo viera y que alguien se juegue por lo que había visto. Fue el brasileño Didí. Pudo haber sido cualquier otro, ¿cómo no verlo?. Desde entonces y hasta el final, lo suyo fue muy difícil de explicar y fácil de entender. La estadística lo refleja, pero no del todo. Sus ideas fueron tan grandes que algo tan lógico y desapasionado como un número exacto nunca podría englobar.
Es por eso que los caños, tacos, pases de fantasías, manos rojas de aplausos, y ovaciones a voz en cuello, solo se guardan en los emotivos museos de la memoria de millones de ilustres anónimos, y en los ecos de tribunas inciertas, como el tesoro más preciado. Entonces, vulnerados los portones del tiempo que distingue lo ordinario de lo trascendente, Norberto Osvaldo Alonso ya no es mas él, sino sencillamente el Beto. Único e irrepetible.
La historia lo eleva en cada imagen suya instalada en la posteridad. El gol a Santoro que ni siquiera Pelé pudo hacer. Los dos gritos catárticos ante San Lorenzo en el 75. El impacto en Cali y la Libertadores desvirgada en sus brazos en el 86. La avivada en el Nacional de Tokio, esa madrugada mágica. La pelota naranja en las redes de Gatti y un Beto sin pudor para soltar las lágrimas, con las venas hinchadas y la camiseta aferrada a los puños, ofreciendo su alegría a la tribuna. Ese saludo en el Monumental lleno cuando decidió colgar la galera y la varita, en la última de tantas tardes memorables de fútbol que nos regaló.
Dijo Osvaldo Ardizone que el fútbol es un potrero y un pibe que juega como el Beto Alonso.
River lo sabe.
La historia lo eleva en cada imagen suya instalada en la posteridad. El gol a Santoro que ni siquiera Pelé pudo hacer. Los dos gritos catárticos ante San Lorenzo en el 75. El impacto en Cali y la Libertadores desvirgada en sus brazos en el 86. La avivada en el Nacional de Tokio, esa madrugada mágica. La pelota naranja en las redes de Gatti y un Beto sin pudor para soltar las lágrimas, con las venas hinchadas y la camiseta aferrada a los puños, ofreciendo su alegría a la tribuna. Ese saludo en el Monumental lleno cuando decidió colgar la galera y la varita, en la última de tantas tardes memorables de fútbol que nos regaló.
Dijo Osvaldo Ardizone que el fútbol es un potrero y un pibe que juega como el Beto Alonso.
River lo sabe.
1 comentario:
Hace un tiempo que sigo tu blog y nunca escribi, hoy lo hago por que me emocionaste con lo que escribiste.
El beto fue el primer idolo que tuve en mi niñez y la bandera de mi corazon riverplatense
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