Lo primero que hizo Julio Cruz con la camiseta de River fue un gol. Ni un foul intrascendente, ni un pase hacia atrás, ni quedar enganchado en off side. Un gol, así como Walter Gómez en Rosario en su estreno del 50. Fue en la cancha de Unión de Santa Fe la tarde del 4 de septiembre de 1996 por la segunda fecha del Torneo Apertura. Luego de una veloz combinación, Hernán Díaz llegó al fondo y levantó el centro para la cabeza de Cruz, que la mandó a guardar a metros de la línea de sentencia. Iban apenas 24 segundos de juego. Imaginar una mejor carta de presentación era imposible y fue un tempranero anticipo de lo mucho y bueno que Cruz mostraría en su corto paso por Núñez.
Julio Ricardo Cruz nació el 12 de diciembre de 1974 en Santiago del Estero. Llegó de muy pibe a la gran ciudad y tuvo que laburar porque en su rancho humilde del Sur del Conurbano el mango no abundaba. Uno de esos trabajos fue cuidar los jardines en la sede de Banfield, Club que lo formó en las inferiores y lo hizo debutar en Primera en el año 1991.
Fue una de las caras menos rutilantes y conocidas de las muchas que revitalizaron, a mitad del 96, al River de Ramón. Cruz –un flaco enclenque, de andar desganado, hombros caídos y con un lenguaje corporal que daban ganas de zamarrearlo para que se despierte- resultó ser un delantero super completo. Alto para ganar de arriba. Dúctil para acoplarse al juego de equipo. Frío para dar la puñalada final. Rápido y liviano para el metro noventa que debía mover. Abastecido en abundancia por un equipo al que le brotaba fútbol por todos lados, el jardinero aportó una pila de goles en ese Apertura 96, y contribuyó (junto a Enzo, Ortega, Berti, Berizzo, Monserrat, Salas, Solari, etc) para que ese equipo sea la expresión mejor lograda de fútbol lujoso y efectivo de toda la era Ramón Díaz.
La explosión goleadora y carismática del Matador Salas le quitó lugar en la primera parte del 97, pero no redujo por eso su cuota anotadora. Cerró sus números en la banda roja con 18 goles en 30 partidos. Su último grito fue en Caballito en un 2-0 ante Ferro, Feyenoord de Holanda lo esperaba. Ya había debutado en la Selección Nacional y vivido el acontecimiento que lo marcaría para toda su carrera: Aquella piña de un asistente boliviano que lo noqueo en una tanganga en el Hernando Siles de La Paz, y la foto de ese sospechoso tajo en su pómulo derecho, el lado opuesto donde había recibido la trompada.
Callado y con perfil bajo (como todo en su carrera), Julio Cruz edificó en Europa una trayectoria exitosa y prolongada. Sus goles llevaron al Feyenoord a ganar la Liga Holandesa en 1999. Pasó a Bologna de Italia donde, pese a pelear el descenso, se ganó un nombre respetado en el fútbol mas difícil del mundo. Inter lo sumó a su colección de figuras en 2003 y allí se cansó de dar vueltas olímpicas. 8 en total (4 ligas, 3 Supercopas y 1 Copa). Hoy, a los 35 años, un detalle resalta en toda su campaña. Desde su arranque en Banfield, hasta su actualidad en Lazio, no hubo equipo en donde Cruz no haya marcado goles.
Tal vez nunca supo vender su capacidad como delantero mas allá de lo que mostraba todos los domingos dentro del campo. Entiéndase. Cruz es contemporaneo de –por ejemplo- Martín Palermo. Pero claro, el nunca se tiñó el pelo, no sonrió para la cámara, no festejó sus goles bajándose los pantalones, no jugó para la tribuna trabando con la cabeza, no podía enfrentar a los micrófonos sin ponerse colorado, no atrajo a la parafernalia mediática ansiosa de polémica, y –por sobre todas las cosas- no fracasó en el viejo continente. Ocurre que saber venderse no es una condición esencial para poder jugar bien al fútbol. En este caso, el problema no es de Cruz, sino todo nuestro.
Julio Ricardo Cruz nació el 12 de diciembre de 1974 en Santiago del Estero. Llegó de muy pibe a la gran ciudad y tuvo que laburar porque en su rancho humilde del Sur del Conurbano el mango no abundaba. Uno de esos trabajos fue cuidar los jardines en la sede de Banfield, Club que lo formó en las inferiores y lo hizo debutar en Primera en el año 1991.
Fue una de las caras menos rutilantes y conocidas de las muchas que revitalizaron, a mitad del 96, al River de Ramón. Cruz –un flaco enclenque, de andar desganado, hombros caídos y con un lenguaje corporal que daban ganas de zamarrearlo para que se despierte- resultó ser un delantero super completo. Alto para ganar de arriba. Dúctil para acoplarse al juego de equipo. Frío para dar la puñalada final. Rápido y liviano para el metro noventa que debía mover. Abastecido en abundancia por un equipo al que le brotaba fútbol por todos lados, el jardinero aportó una pila de goles en ese Apertura 96, y contribuyó (junto a Enzo, Ortega, Berti, Berizzo, Monserrat, Salas, Solari, etc) para que ese equipo sea la expresión mejor lograda de fútbol lujoso y efectivo de toda la era Ramón Díaz.
La explosión goleadora y carismática del Matador Salas le quitó lugar en la primera parte del 97, pero no redujo por eso su cuota anotadora. Cerró sus números en la banda roja con 18 goles en 30 partidos. Su último grito fue en Caballito en un 2-0 ante Ferro, Feyenoord de Holanda lo esperaba. Ya había debutado en la Selección Nacional y vivido el acontecimiento que lo marcaría para toda su carrera: Aquella piña de un asistente boliviano que lo noqueo en una tanganga en el Hernando Siles de La Paz, y la foto de ese sospechoso tajo en su pómulo derecho, el lado opuesto donde había recibido la trompada.
Callado y con perfil bajo (como todo en su carrera), Julio Cruz edificó en Europa una trayectoria exitosa y prolongada. Sus goles llevaron al Feyenoord a ganar la Liga Holandesa en 1999. Pasó a Bologna de Italia donde, pese a pelear el descenso, se ganó un nombre respetado en el fútbol mas difícil del mundo. Inter lo sumó a su colección de figuras en 2003 y allí se cansó de dar vueltas olímpicas. 8 en total (4 ligas, 3 Supercopas y 1 Copa). Hoy, a los 35 años, un detalle resalta en toda su campaña. Desde su arranque en Banfield, hasta su actualidad en Lazio, no hubo equipo en donde Cruz no haya marcado goles.
Tal vez nunca supo vender su capacidad como delantero mas allá de lo que mostraba todos los domingos dentro del campo. Entiéndase. Cruz es contemporaneo de –por ejemplo- Martín Palermo. Pero claro, el nunca se tiñó el pelo, no sonrió para la cámara, no festejó sus goles bajándose los pantalones, no jugó para la tribuna trabando con la cabeza, no podía enfrentar a los micrófonos sin ponerse colorado, no atrajo a la parafernalia mediática ansiosa de polémica, y –por sobre todas las cosas- no fracasó en el viejo continente. Ocurre que saber venderse no es una condición esencial para poder jugar bien al fútbol. En este caso, el problema no es de Cruz, sino todo nuestro.
4 comentarios:
El caso de Julio Cruz es el típico de esos jugadores que son rendidores y eficientes pero que por no tener carisma no trascienden demasiado . En su época en River le tocó estar al lado de estrellas rutilantes y no pudo brillar y lo mismo en la selección porque siempre entraba de rebote . Quizás el incidente de LA PAZ no lo ayudó demasiado .
Goleador si los hay ...jugó en la final contra la JUVE y casi no tuvo participación y la verdad no lamentamos mucho su partida .
La verdad que podríamos pegarle un llamado a julito haber si se quiere pegar una vueltita. Otro de sus logros fué haber ido al mundial de alemania 2006, un buen delantero, pero convengamos que con ese equipo lleno de cracks era para romperla más alla de las condiciones innatas del jugador, igual lo banco. Muy bueno el post, abrazo
Gran goleador pero tenia el problema que cuando gritaba sus goles no sabias si estaba contento o no
como dicen mas arriba le pegaria un llamado
Reconozco todo lo que hizo Cruz, pero a mi nunca terminó de conquistarme. De todos modos, ha tenido una trayectoria impecable, que mas de una estrella de cabotaje le gustaría tener.
Y excelente la reflexión final del post. Otro ejemplo de seriedad y bajo perfil, y bien actual, es Milito. Estoy cansado de ver por todos lados estos dias a los medios pidiendo y hasta exigiendo la titularidad de Tevez (todos sabemos lo carismático y bien que se vende), pero... y Milito? Que tiene que hacer para que hablen de el, un gol en Marte y otro en la Luna???
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