viernes, 5 de diciembre de 2008

LA ULTIMA ESTOCADA


Fue un amigo de la contra quien me dijo en tono de cargada “Viste, encima se les retira el matador, ja”. Se que siguió diciendo algunas cosas más, pero yo ya no lo escuché. Estaba asaltado por una andanada de imágenes y buenos recuerdos que llegaron de la mano de una las figura mas inesperadas para nuestro pueblo, y que días atrás anunció su retiro definitivo del fútbol.
Es que aún me parece verlo en su esplendor. Todo groso. Patentando en cada grito la imagen que lo guardará para toda la eternidad. Porque cuando la historia recuerde a Marcelo Salas, su imagen será invariablemente esa de cada gol festejado. Banderín del corner. Rodilla en tierra, índice al cielo. Baño de voces. Torero y matador.
Me parece aún ver su estela de cohete rumbo al espacio. No duró nada. Pero durará toda la vida. Fue una luz de bengala, magistral de brillo y encanto. Una estrella fugaz que surcó el aire. Sorpresivo e incandescente. Quisimos verlo y ya había pasado. Quisimos disfrutarlo, y su tiempo ya había expirado. Pero alcanzamos a pedir los deseos. Y el los cumplió con un plus inolvidable. Si goles son amores, él dio amor. ¿En cantidad o en calidad?. Lo mismo da. Para Marcelo Salas esas palabras significaban exactamente lo mismo.
Destrozó con goles la indiferencia que lo acompañó en su llegada. Fue el silencio y la humildad de quien se enfrenta a lo desconocido. Un silencio curtido en el frió andino de su Temuco natal y en su interior de sangre Araucana. Fue su anonimato la mecha de su explosión y la onda expansiva esa frenética catarata de carisma y distinción que brotó de sus estocadas felinas. 47 tantos y 5 campeonatos. Dejó varias perlas en el joyero de los goles inolvidables. Aquel toque de cachetada a San Lorenzo en un 4-0 en el Monumental, las dos infartantes definiciones bajo la lluvia ante Vélez, la noche de la consagración en el Apertura 96. El gol de media cancha al Atlético Nacional de Medellín, los dos golazos a San Pablo por la Supercopa, el grito de cabeza ante Argentinos en Vélez, la tarde de la vuelta en el Apertura 97, o los tres tantos a la Liga de Quito, ya en su segunda etapa en 2004.
Pocas veces la hinchada se derritió tan fácilmente ante el calor de una figura. Tocado por el dedo del talento, salía a la cancha con su traje de luces a clavar sus estocadas con un estilo difícil de olvidar. Olfato de red, goles con marca, elegancia de crack total, un festejo memorable, y el exótico “¡Chileeeeeeno! en nuestras populares. Demostrando que cuando el arte vale la pena, no hay diferencias estúpidas que valgan.
Y porque fue muy grande prometió volver. Y porque tocó el corazón, la espera fue larga. Y porque se sintió en deuda, una vez volvió. Se lesionó 14 veces en dos años. Sus luces ya no nos encandilaron tanto. Pero el presente jamás podrá borrar los recuerdos. Al fin y al cabo Marilyn Monroe seguirá siendo linda eternamente, aunque ya no lo sea.
Había pasado un tiempo ya, y mi bosta amistad seguía ufanándose de nuestro presente maltrecho. Mientras tanto los buenos momentos recuerdos del Matador Salas seguían llegando, Tuve que hacer fuerzas para no caer en la saña de agradecer a Boca por haberlo despreciado unos días antes.
Solo queda por decir que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

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