Pienso
el tema del post y el inconsciente de inmediato envía dos nombres desde el
recuerdo: Rubén Bruno y Cristian Nasuti. Error que la estadística desmiente con
su frialdad habitual. Bruno y Nasuti hicieron dos goles con la casaca millonaria.
No voy a pisar en falso, pues. Entonces, voy a la lista y la misma se extiende
a –seguro- más de 100 nombres que estamparon su sello en las redes millonarias una única vez en la vida.
Todos y cada uno tienen su historia mínima. Este es un resumen (arbitrario,
opinable y agregable) de 10 de los casos más significativos.
1- Héctor Jeréz: No había muchas chances de jugar para el joven
Héctor Jeréz en el River de 1973. Quique Wolff, Japonés Pérez, Zuccarini,
Giustozzi, o Bottaníz, cerraban todas las puertas para cualquiera que se
proyectase a Primera como lateral. Sin embargo, suspensiones, lesiones y malos
momentos le abrieron una pequeña ventana para por fin mostrarse. La historia
recordará al Huracán de Menotti como uno de los cuadros más lujosos de la
historia. A ese equipo River le ganó ida y vuelta por 1-0. En la revancha, en
el Palacio Ducó, un cabezazo certero del joven Jeréz sentenció la caída de la
valla de Roganti y su máximo momento de gloria en el fútbol. Era su segundo
partido en Primera, el segundo de los apenas 4 que jugaría con la banda roja.
2-
Ricardo Rojas: No hace falta
explicar mucho, no?. Cualquier millonario bien nacido recordará que Ricardo
Rojas se llevó la pelota luego de una pared con D’allesandro, encaró a
Abbondanzieri y cuando lo tuvo a suficiente distancia pinchó la pelota sobre su
cabeza para dejarla mansita en la red de Casa Amarilla. Grosso momento. Distinción
justa para este misionero imperceptible, laburante a destajo y fiel como un soldado. Jugó en River 5 temporadas correctas que fueron
coronadas por este único golazo, fetiche inolvidable para la historia del
riverplatense, único momento que lo sacó de la calma que buscaba y transmitía. Hoy vive en Puerto Rico, Misiones, alejado del mundo del fútbol, disfrutando y laburando en paz y sencillez, y tal vez no muy consciente de lo que su gol significó (y significará) para la gloria de la banda roja.
3-
Vicente Locasso: El valor
agregado del único gol de Locasso como futbolista de River es el de ser el
primero en la historia profesional del club. Cuentan las crónicas que fue un
remate corto y cruzado para el 1-0 ante Atlanta, en un sitio de Buenos Aires
que hoy ya no existe. Dicen que Locasso era un interesante proyecto, destacado
unánimemente durante la parte final de la era amateur. Un día se rompió feo la rodilla y por aquellos años, se sabe, esas lesiones dicifilmente
sanaban bien. A los pocos años se vio obligado al retiro. Tomó los libros y se
recibió de contador. Trabajó en la tesorería millonaria hasta su jubilación.
4-
Roberto Bonano: Cruzó la cancha
decidido. Lo empujaba la sed de venganza. Chilavert lo había crucificado duró y
parejo gracias al castigo de sus tiros libres y el filo de su labia. Un penal
para River ante Vélez en un cotejo de primera fase de la Copa MERCOSUR de 2000 le dio la
oportunidad. Pateó con el suplemento del diario, bajo y al medio. Chilavert
eligió una punta y, por una vez en la vida, perdió. Tito se lo gritó “in your
face”. Tal vez en la descarga de ira no comprendió un detalle histórico de
reelevancia. Acababa de convertirse en el primer (y hasta ahora único) arquero
millonario en anotar un gol oficial.
5-
Javier Mascherano: Al joven
jefecito ya lo distinguía una vitalidad asombrosa, y pese a los 2.600 metros de altura
de la ciudad de Riobamba, había suficiente aire en sus pulmones como para
amedrentarse ante una patriada. Tomó la pelota en mediacancha y se animó a la
aventura de encarar. Uno, dos, tres rivales quedaron en el camino. Al borde del
área prendió cartucho de derecha y la clavó arriba, abriendo el camino para una
victoria millonaria ante el Olmedo ecuatoriano. Aquel festejo de 2005 es la
excusa perfecta para recordarlo. Javier partió muy rápido conforme a las leyes
caníbales del mercado del fútbol. Volverá algún día para seguir mostrando esa
entrega, disciplina y liderazgo que lo hicieron reconocido en el mundo entero y
referente de la banda desde el día mismo de su debut.
.
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6-
René Houseman: El inigualable
duende de la banda derecha, llegó a Nuñez con las tabas cansadas y el bocho en
otra cosa. Cascoteado por una conducta indócil, René entregó en River apenas un
par de firuletes de su basto repertorio. Su solitario aporte goleador (una
perla preciosa a Colón, en el arco del Río de la Plata, gestada a plena
gambeta y remate al ángulo) quedó grabada como un símbolo de lo que fue: Un
crack sin tiempo, al que llegamos muy tarde para disfrutar.
7-
Fabián Basualdo: Si algo bueno
tenía el primer River de Passarella (entre tantas cosas) era la previsibilidad.
Todos sabían que ese equipo te iba a presionar, te iba a atacar, y casi seguro
te iba a ganar. Y una de las tantas cosas previsibles era la subida desgastante
y criteriosa de Fabián Basualdo, hacedor sobrio y atildado de un zurco por la
banda derecha del ataque millonario durante 4 temporadas, cosa que además, lo elevó a
la categoría de mejor lateral del país. Una tarde, una de esas
repetidas escaladas no terminó en centro al delantero, sinó que culminó con una
definición certera en el mano a mano frente a Pedro Catalano, y así rubricar un
(previsible en esos años) 2-0 ante Español en el Amalfitani, por el Clausura 92.
8-
Héctor López: El Gorrión era uno
de los soldados más rasos de la armada que Angelito Labruna conformó para
volver a las vueltas olímpicas en el 75. Perro de presa, humilde como
sus virtudes, López se las arregló para volverse un habitué de aquellas
formaciones basándose en su tremenda regularidad y en el correcto don para la
marca y -cuando se podía- la proyección. Su único gol en Primera llegó en una de las pocas tardes
amargas de aquel glorioso 75. El 8 de octubre, en La Plata ante Estudiantes y por
la primera fase del Nacional, acertó un rebote tras un corner y estampó su
único festejo con la banda roja en 284 partidos oficiales.
9-
Domíngo Rodríguez: Uno lo nombra
ahora y enseguida se impone el gesto de hacer un puchito con los dedos de la
mano y moverlos hacia arriba y hacia abajo. Pero el tucumano Domingo Rodríguez fue una
verdadera promesa de gol allá a comienzos del año 1959. Llegó con
aires de artillero y con un lastre difícil de sobrellevar: Reemplazar a Ángel
Labruna. No pudo, y solo 6 partidos bastaron para comprobar que no daba el
piné. Encima, lo que pudo haberle dado cierto margen para adaptarse –gol a Boca
en la Bombonera-
ocurrió en el contexto de uno de los peores superclásicos de la historia
millonaria: Derrota inapelable 1-5.
10- Juan
Esnaider: Lo acompañó siempre un cartel desmesurado, y una
chapa de crack rebelde que, honestamente, pocas veces demostró. Surgió en
Ferro y fue famoso por algunos buenos partidos y varias polémicas en las
juveniles de Merlo. Esnaider hizo casi toda su carrera en Europa, donde alcanzó
a destacarse en el Zaragoza de España. Junto al uruguayo Daniel Fonseca, fue la
mega contratación de River para la temporada 2002, pero el fiasco no pudo ser
mayor. Lento, rellenito, lesionado y sin mucho interes, tuvo 6 meses de
vacaciones bien pagas en Buenos Aires. La espectacular presentación de
Cavenaghi en Primera lo envió rápido al ostracismo del que solo escapó con la rescisión
de contrato. Antes, había dejado su única y humilde huella en las redes
millonarias: Un toque de primera para el segundo gol de un 2-0 de River a
Deportes Tuluá de Colombia por Copa Liberadores.