River Plate 1932/1941 – 203 partidos – 2 goles – 4 campeonatos.
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Hartos de estrangularse con su lengua en el intento de llamarlo correctamente y haciendo gala de la nunca bien ponderada practicidad argenta, los compañeros de plantel de Aarón Wergifker, allá por los años treinta, cortaron por lo sano y comenzaron a llamarlo “Pérez”, que tanto. Era un pequeño gesto de cariño y pertenencia para alguien que tenía un apellido complicado y una historia fantástica en su haber.
Aarón Wergifker nació en el año 1915 en la ciudad brasileña de San Pablo. Hijo de padres rusos, su destino quedó atado al sueño de progreso de sus progenitores, que miraron con ojos de salvación el próspero y lejano horizonte que trazaba la nueva América. No era fácil vivir en aquella Rusia pre-bolchevique, embarcada en las sangrientas batallas de la Primera Guerra Mundial y asfixiada por los últimos coletazos del régimen zarista. Sin nada que perder, los Wergifker (con Aarón en la panza de mamá) se subieron a un barco y dejaron para siempre su Vosnesenck natal. Ellos sabían que también, con la estela en el mar de ese barco que se alejaba, estaban dejando atrás su pasado.
Solo tres meses estuvieron en los Wergifker en Brasil, allí fue cuando alguien les dijo que la verdadera prosperidad estaba un poquito mas al sur de esas tierras paulistas fértiles en cacao. Buenos Aires sería entonces el puerto definitivo donde los Wergifker anclarían en su periplo, ya con Aarón en el seno familiar. Criado en medio de la humildad y la privación, el joven “rusito” fue mamando la pasión por el fútbol que en aquellos años ya ganaba Buenos Aires. Tenía apenas 18 años recién cumplidos cuando lo hicieron debutar en primera de River el 2 de octubre de 1932. Fue en la cancha de Lanús en un 1-0 ante el granate. Jugó al lado de Bernabé Ferreyra y Carlos Peucelle. No lo podía creer.
Wergifker era marcador de punta. Un taponcito petiso y fornido. Perro de presa de la banda izquierda, desprovisto de altas condiciones técnicas, pero dotado de un sacrificio encomiable para marcar, morder, y sumar para el equipo. Fue la histórica rueda de auxilio para el andar señorial de José María Minella y el vértigo superlativo del Charro Moreno. Jugó en la primera de River 203 partidos entre 1932 y 1941, siendo campeón en 4 oportunidades. Anotó dos goles con la banda roja. Uno ante Tigre en Alvear y Tagle y otro ante Atlanta en el Monumental ambos tantos para sendas victorias por 2-1.
Es, junto al español Pedro Aricó Suarez y el paraguayo Heriberto Correa, uno de los tres jugadores extranjeros que vistieron la camiseta de la Selección Nacional. Sin dudas un premio para un futbolista ejemplar, considerado por propios y extraños como un ejemplo de caballerosidad y lealtad deportiva. Quizá por eso, no cayó del todo bien que la dirigencia encabezada por José Degrossi le diera el pase libre a fines de 1941. El 29 de junio de ese año había disputado su último cotejo con la casaca banda sangre.
Pasó a Platense y allí se retiró algunas temporadas mas tarde. River Plate no le brindó ni siquiera un aplauso de despedida. Está claro que mereció Aarón Wergifker algo más que esta permanencia perpetua y silenciosa en el recuerdo de los memoriosos millonarios como el ruso de apellido difícil.
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Hartos de estrangularse con su lengua en el intento de llamarlo correctamente y haciendo gala de la nunca bien ponderada practicidad argenta, los compañeros de plantel de Aarón Wergifker, allá por los años treinta, cortaron por lo sano y comenzaron a llamarlo “Pérez”, que tanto. Era un pequeño gesto de cariño y pertenencia para alguien que tenía un apellido complicado y una historia fantástica en su haber.
Aarón Wergifker nació en el año 1915 en la ciudad brasileña de San Pablo. Hijo de padres rusos, su destino quedó atado al sueño de progreso de sus progenitores, que miraron con ojos de salvación el próspero y lejano horizonte que trazaba la nueva América. No era fácil vivir en aquella Rusia pre-bolchevique, embarcada en las sangrientas batallas de la Primera Guerra Mundial y asfixiada por los últimos coletazos del régimen zarista. Sin nada que perder, los Wergifker (con Aarón en la panza de mamá) se subieron a un barco y dejaron para siempre su Vosnesenck natal. Ellos sabían que también, con la estela en el mar de ese barco que se alejaba, estaban dejando atrás su pasado.
Solo tres meses estuvieron en los Wergifker en Brasil, allí fue cuando alguien les dijo que la verdadera prosperidad estaba un poquito mas al sur de esas tierras paulistas fértiles en cacao. Buenos Aires sería entonces el puerto definitivo donde los Wergifker anclarían en su periplo, ya con Aarón en el seno familiar. Criado en medio de la humildad y la privación, el joven “rusito” fue mamando la pasión por el fútbol que en aquellos años ya ganaba Buenos Aires. Tenía apenas 18 años recién cumplidos cuando lo hicieron debutar en primera de River el 2 de octubre de 1932. Fue en la cancha de Lanús en un 1-0 ante el granate. Jugó al lado de Bernabé Ferreyra y Carlos Peucelle. No lo podía creer.
Wergifker era marcador de punta. Un taponcito petiso y fornido. Perro de presa de la banda izquierda, desprovisto de altas condiciones técnicas, pero dotado de un sacrificio encomiable para marcar, morder, y sumar para el equipo. Fue la histórica rueda de auxilio para el andar señorial de José María Minella y el vértigo superlativo del Charro Moreno. Jugó en la primera de River 203 partidos entre 1932 y 1941, siendo campeón en 4 oportunidades. Anotó dos goles con la banda roja. Uno ante Tigre en Alvear y Tagle y otro ante Atlanta en el Monumental ambos tantos para sendas victorias por 2-1.
Es, junto al español Pedro Aricó Suarez y el paraguayo Heriberto Correa, uno de los tres jugadores extranjeros que vistieron la camiseta de la Selección Nacional. Sin dudas un premio para un futbolista ejemplar, considerado por propios y extraños como un ejemplo de caballerosidad y lealtad deportiva. Quizá por eso, no cayó del todo bien que la dirigencia encabezada por José Degrossi le diera el pase libre a fines de 1941. El 29 de junio de ese año había disputado su último cotejo con la casaca banda sangre.
Pasó a Platense y allí se retiró algunas temporadas mas tarde. River Plate no le brindó ni siquiera un aplauso de despedida. Está claro que mereció Aarón Wergifker algo más que esta permanencia perpetua y silenciosa en el recuerdo de los memoriosos millonarios como el ruso de apellido difícil.