Cuando llegó el momento de definir el Metropolitano del 69, el clima en Núñez era como el de la previa del carnaval. No era para menos. El equipo que dirigía Ángel Labruna estaba muy cerca de cortar una racha de 12 años sin títulos. Venía con el enorme envión anímico que significaba haber eliminado a Boca en semifinales, y encima, el rival en la final era el “débil” Chacarita Juniors.
Los revisionistas de la historia cuentan que en la semana previa al cotejo definitorio, no fueron pocos los llamados de altos directivos del conjunto funebrero hacia la cúpula de River con un ofrecimiento non sancto, y para nada heroico. “Les damos el partido a cambio de quedarnos con toda la recaudación”.
Todavía sin salir del asombro y dudando sobre si era o no una oferta veraz, los testigos dicen que toda discusión fue abortada en seco por el propio Presidente Kent, enarbolando como argumento una frase salida desde el fondo mismo del romanticismo del contendiente leal. “Muchachos, los partidos se ganan en la cancha”. En realidad, ninguno de los reunidos en aquella mesa se hizo demasiado problema por la decisión de Kent. Porque para ellos, como para todo el mundo River, esa final ante Chacarita se ganaba con la camiseta.
Entonces, sin ningún tipo de arreglo previo, la pelota con sus imprevisibles caprichos, escribió ese domingo 6 de julio una historia muy distinta a la imaginada. 64.441 personas pagaron entrada en el Cilíndro de Avellaneda dejando en boleterías 27.680.400 pesos de recaudación. Con el juego 1-1 por tantos de Horacio Neumann y Juan Carlos Trebucq, el árbitro Roberto Barreiro expulsa por un foul violento el volante de River Eduardo Dreyer. Es el principio del fin. Comandados por la brillante técnica de Ángel Marcos y la polenta de Neuman y Frassoldatti, Chacarita se hace un festín en el complemento y termina goleando 4-1.
En la angustia de un nuevo vestuario perdedor, El escribano Kent volvió a repetir ante los micrófonos aquello de que “los partidos se ganan en la cancha”. Dicen que Jorge Recio, volante central del millonario contestó por lo bajo a modo de reproche “si, pero el fútbol es para los vivos”.
El ofrecimiento desechado quedó retumbando en la cabeza de los testigos por largo tiempo. Chacarita se llevó la mitad de la renta de esa multitudinaria tarde de Avellaneda, pero ganó para sí una jornada de gloria que ya supera los 40 años de vida. Los partidos se ganan en la cancha, dijo Kent. Y ese día, en la cancha, Chacarita fue el mejor.