
La vida de Hernán Crespo puede resumirse en una sola palabra. ¿Hace falta mencionar cual es?. River Plate, inferiores y primera. Parma, Lazio, Inter, Chelsea, Milan, otra vez Chelsea, otra vez Inter, Genoa, otra vez Parma. Siempre Selección Argentina y siempre la misma noticia. Gol de Crespo. De zurda o de derecha, de cabeza o de anticipo, de rebote o de taquito. Como sea, siempre gol de Crespo. Podrán encontrarse en la historia de River Plate puñados de productos de su cantera dotados con mejores cualidades técnicas. Pero si de goles hablamos, Crespo larga en primera fila.
Surgido en un tiempo particularmente fecundo para las formativas millonarias. El domingo de su debut (4-1 a Newell’s en el Monumental por el Apertura 93) jugó apenas 5 minutos y en la primera que le quedó adelante sacó un disparo desde posición incómoda que se fue lejos del arco. A nadie en las tribunas se le pasó por alto ese detalle que denotaba cual sería la obsesión de toda su carrera.
Daniel Passarella fue un pilar fundamental en aquellos primeros años, dándole pista conforme a la continuidad de sus goles que caían como catarata. Fue top scorer del Clausura 94, y luego de un bache propio de su juventud, actor fundamental en la celebrada vuelta olímpica de la Libertadores de 1996. Sus goles fueron fundamentales. El gol en Lima a Sporting Cristal y la memorable chilena en la revancha. Los goles a Passet en cuartos ante San Lorenzo, y claro, los de la final ante América, el día que se subió al cielo millonario en dos escalones. Primero empujando entre los papelitos un centro – pase de Ariel Ortega, y luego cabeceando desde el punto penal hacia una valla desguarnecida por un obsequio del golero Oscar Córdoba. Salió faltando pocos minutos. Fue la última vez que vistió la banda roja. Imposible imaginar una despedida mejor.
Italia lo convirtió lentamente en un as del festejo. Le dio paciencia, le dio porte físico, le dio explosión en las piernas, le dio una táctica ideal para su estilo de ariete omnipresente. Sus goles llevaron a Parma a ser alto protagonista del Calcio y a ganar lo que hoy conocemos como la Europa League. Lazio compró su pase en 55 millones de dólares. Pagó siendo capocannonieri de la temporada 2001-02 y obteniendo la Copa Italia. Otra carretilla de dólares lo deposito en el Inter de Milán, donde obtuvo gran parte de todos los festejos de su carrera. En el medio, fue prestado al Chelsea de Londres y al AC Milan, donde cumplió como un empleado fiel, la cuota de gol que se le reclamaba.
Después de Labruna es el mejor centrodelantero que ha dado las inferiores millonarias. Los números de Crespo lo dicen todo. 323 goles en casi 700 partidos. Casi un gol cada dos juegos. En River aportó 36 y en la Selección 35, siendo goleador aún en tiempos de reinado de Gabriel Batistuta. Según parece, su soñada vuelta a Núñez no se dará, y no deja de ser una lástima. Pero en algún punto está bien que eso pase. A veces es mejor dormir plácidamente en un hermoso recuerdo, que despertarse comprobando que la realidad y el tiempo todo lo cambian.
Italia lo convirtió lentamente en un as del festejo. Le dio paciencia, le dio porte físico, le dio explosión en las piernas, le dio una táctica ideal para su estilo de ariete omnipresente. Sus goles llevaron a Parma a ser alto protagonista del Calcio y a ganar lo que hoy conocemos como la Europa League. Lazio compró su pase en 55 millones de dólares. Pagó siendo capocannonieri de la temporada 2001-02 y obteniendo la Copa Italia. Otra carretilla de dólares lo deposito en el Inter de Milán, donde obtuvo gran parte de todos los festejos de su carrera. En el medio, fue prestado al Chelsea de Londres y al AC Milan, donde cumplió como un empleado fiel, la cuota de gol que se le reclamaba.
Después de Labruna es el mejor centrodelantero que ha dado las inferiores millonarias. Los números de Crespo lo dicen todo. 323 goles en casi 700 partidos. Casi un gol cada dos juegos. En River aportó 36 y en la Selección 35, siendo goleador aún en tiempos de reinado de Gabriel Batistuta. Según parece, su soñada vuelta a Núñez no se dará, y no deja de ser una lástima. Pero en algún punto está bien que eso pase. A veces es mejor dormir plácidamente en un hermoso recuerdo, que despertarse comprobando que la realidad y el tiempo todo lo cambian.